Déjame mirarte a los ojos,
que descanse un momento en su nieve,
que me arme de valor de nuevo.
Déjame cortarme con su acero,
traspasar el horizonte de su brillo,
empaparme con su humedad.
No quiero asustarte, tan sólo
atrapar el instante, sobrevivir
al silencio incesante de las palabras,
intentar un malabarismo y mirarte
como si no nos conociéramos de nada.
Quiero saber cómo estoy, déjame
mirarte a los ojos, cuenta hasta tres,
parpadea vigorosamente para ahuyentarme
las mentiras, apriétalos como cuando duele
y entórnalos despues en una playa,
suavemente, méceme entre las olas,
rescátame de los naufragios,
mírame.
Y déjame mirarte aquellos primeros ojos,
los últimos, los que nunca he visto,
los que tienen sed, los risueños.
No te haré perder mucho tiempo, descuida,
una noche, una semana, un abril,
una vida será suficiente,
aprendo rápido.