Por el fragor del beso se sabe
dónde está el fuego, cómo arde
la noche, hacia dónde tiritan
los pétalos de las margaritas.
Por el estruendo de los labios
uno reconoce huracanes en la sangre,
el sabor de la tormenta de encontrarse,
la humedad que tiene la vida.
Hoy hay un beso en el aire,
un beso de taberna o de cantina,
que no sabe si ahogarse en cerveza
o en melancolía.
Ahora noto en la boca la duda
del ruido de un beso pendiente
que no puede esperar a mañana.
Porque por la meteorología del beso se sabe
de las sábanas y de su temperatura,
como por el silencio se sabe del insomnio
y de la posibilidad de lluvias.