mayo2018

Despedida

Es un acto sencillo, primitivo,
movimiento acompasado de piernas,
el cuerpo se retuerce sobre su eje,
se orientan al horizonte los hombros.

Se inicia sin necesidad de anuncio,
tan solo un paso recesivo y corto,
sobre un escorzo breve que antecede
al labrado esplendor de cada espalda.

El tiempo después se extiende repleto
de una palpable materia insumisa,
caminar sólo es un leve balanceo,
pero irse es oscilar una venganza.

Ticket-regalo

El mensaje y la tinta
no son inalterables.

En la blanca memoria del papel
el paso agrio del tiempo los desgasta,
los trasluce,
se emborronan.

Su tipografía blanda se resiente
del polvoriento olvido acumulado
sobre el mueble
de la entrada.

Ya no puede leerse la fecha impresa,
desvanecida en puntos arbitrarios,
aunque mis ojos saben
que ese día fue redondo.

El fino suéter que venía en la bolsa
me quedaba demasiado ajustado
y nunca me lo puse
ni lo cambié por otro de otra talla.

Cuando el verano y el invierno se alían
en el zafarrancho de los armarios,
la prenda asoma por su cocodrilo
y nuevamente extraño
el don de tu mirada sobre mí
cuando ayer me lo imaginaste puesto.

Es la prueba tangible
de que una hermosa vez, desde tus ojos,
mi cuerpo te pareció tan delgado,
mis palabras tan de tu misma talla,
mi corazón tan tuyo.

Pero ocurre que el cuerpo y las palabras
y el corazón y la fibra
y el mensaje y la tinta
no son inalterables.

Corazón

Ocurre que cualquier día insospechado
al ir andando no sé por la casa
o por la calle
o en el trabajo
dejas el corazón sobre una mesa
o en un cajón
o en el semáforo
y sigues andando como si nada
o como casi nada
no lo nota nadie ni tus vecinos
ni tus amigos
ni la persona
que duerme contigo de vez en cuando
o muchas veces
o casi siempre
y tus pasos se vuelven torpes lentos
o vacilantes
o inesperados

las palabras te salen muy pastosas
o incoherentes
o timoratas
y miras siempre a lo lejos ausente
se vuelve denso el aire que respiras
en pequeñas caladas
y nunca sabes donde estás ahora
porque siempre estás como en otra parte
aunque fuera todo parece en orden
no estás enfermo
ni deprimido
ni medio loco

y así van pasando lentas las horas
se confunden unos días con los otros
se te escurren de las manos los platos
o los papeles
o la cuchara
la luz las farolas se vuelve pálida
mientras vagas de noche como zombie
o alucinado
o confundido

hasta que un día cualquiera insospechado
cuando ya te estabas acostumbrando
a esa impalpable especie de indolencia
o de anestesia
o de desidia
te recuerdas hablando por teléfono
doblando la esquina entrando en tu casa
y al meter la mano dentro del bolso
o ceder paso
o escuchar una palabra escondida
te palpas sorpresa ha vuelto el latido
qué sé yo el pulso
la vieja arritmia
el corazón otra vez en el pecho
o en plena boca
o en la punta lejana de los dedos
y durante ese momento te alegras
te alivias respiras profundamente
como si al fin estuvieras completo

aunque luego después algo más tarde
recuperas la consciencia muy inquieto
o preocupado
o acongojado
porque notas lo grave del problema
y ahora no entiendes como has podido
aguantar tanto
olvidarte el corazón en la mesa
o en un cajón
o en un semáforo

Abalorio

Sólo es un abalorio
que me diste de recuerdo.
Una minucia
Tal vez un gesto insignificante,
regalarme esa piedra del collar,
esa menudencia muda,
que se te rompió mientras te hablaba al oído.
Tenía unas flores pintadas,
pequeñeces de colores, naderías,
marcadas sobre sus cuatro caras.
He mirado todas sus redondeces muy a menudo.
Las he tenido en mi mano
y he posado mis labios, mil veces,
donde estuvieron los tuyos.

Parecerá una tontería,
seguro que es una estupidez.
Hay muchas veces
que ni yo mismo me comprendo.
El caso es que,
no sé porqué,
me alegra saber que las flores
que aquel día tenías en el cuello,
no eran margaritas de sí y no…
sino pensamientos.

Lista de la compra

Sé que es tu letra
por la prisa que se adivina en las jotas,
por la minúscula raya que antecede
a las verduras,
por el uno sin nariz de las docenas
entre latas, congelados, carnes magras,
tomate frito,
hortalizas, arroz bomba, mantequilla,
cartones de leche semidesnatada,
las judías verdes
y el chocolate más negro que se encuentre.

Como item último,
el artículo final, la nota tierna,
palabras que debió llevarse el expolio
de una mudanza
o de alguna limpieza de los cajones,
escribiste «No tardes amor, te quiero».

Y me arrepiento
de dejarme las listas en la encimera,
de querer llenar carritos de memoria,
de tener siempre
la cabeza más allá de Mercadona
y comprar con impulso descontrolado
cosas inútiles,
olvidando reponer algunas cosas
lo esencial, lo profundo, lo necesario.

Si me hubiese llevado tu lista a tiempo
tal vez hubiese podido completarla
y el renglón último
quizás no habría sido un último renglón
de todo lo que tengo que convencerme
que ya no importa.

Dibujo

Ando buscando luz en la que bañarte,
acércate a la ventana, destensa
el pasado,
pierde la vista en aquel horizonte.

Quieta, así, calma, quiero capturar
en el poema
ese brillo que contienen tus ojos
cuando me dices lo que no me dices,
cuando después vas y lo niegas todo.

Relaja más las manos,
como cuando acaricias,
desabrocha un botón,
deja que el corazón
se te adivine por el borde de la camisa,
humedece los labios.

Quieta, así, gira un poco la esperanza
pero manteniendo quietos los hombros,
baila mientras te miro,
detén el reloj, sonríe
como cuando iluminas el centro de una tarde,
muéstrame un poco más del cuello que espera un beso,
entorna la distancia, que no duela,
cruza un poco las piernas,
destápate los miedos.

Quieta, así, no te muevas,
que estoy intentando pintarte en un poema,
busco la mezcla exacta de palabras
que rime con la urdimbre de tu piel,
ando detrás del color que te imprime la risa
sobre un fondo de otoño.

Eso es, eso, así, quieta.

Por favor, ahora no muevas el corazón,
deja que te pinte así en este poema,
como si tú me quisieras al leerlo,
como si, al escribirlo,
también te quisiera yo.

Posees el gozo de su risa
pero debes saber que partirá.

Te inunda su alegría
te ilumina su rotunda carcajada
con una luz muy dulce,
pero no ignores que se irá.

Ella fluye,
ella es un líquido que detesta estancarse
ella es un pájaro que anida y emigra,
ella se irá.

Ella se irá y te dejará una marca de amor
que solamente curarás con su regreso efímero.

Entonces la verás de paso
y será como tropezar con el sol de la mañana
descubrir de nuevo su alegría,
nadar en ella
plácido
hasta un próximo encuentro inesperado.

(Darío Jaramillo Agudelo, Libros de poemas, 2001)