agosto2018

Ebullición

¿Cuántas veces tiene
que repetirse un sueño
para que suceda?
No sé,
nunca he sabido,
sigo sin saberlo,
si la energía y el deseo
que se entregan a los sueños
pueden, de alguna manera,
modificar la realidad
y sustituirla por otra.

Ella está de espaldas
y, al poner mi mano en su hombro,
se gira y me abraza.
Su cabeza se reclina en mi pecho
y entre todos los brazos
surge un ocho, el infinito.

En cada borbotón
estamos más cerca;
en cada ruido que prorrumpe,
la respiración se acompasa;
en cada pompa que salta
se difuminan en el contacto
los límites de los cuerpos.
El universo toma su temperatura
y el paisaje se aleja
hasta desaparecer.

Ninguno de los dos dice nada
y la vida parece un soplo,
un aliento que roza las caras
y no hay nada que decir.

Entretanto, hierve el agua.

¿Cuántas veces tiene
que repetirse un sueño
para que suceda?
No sé, nunca he sabido,
sigo sin saber.
Pero he descubierto contigo
que hay cosas que
con una sola vez que sucedan
se repiten para siempre
en los sueños.

Y cada vez que hierve el agua.

Perfume

Desde detrás de la puerta
has llegado intensamente tangible
en tu envoltorio de piel y saliva,
elevando la temperatura de la esquina
en la que nos abrazamos.

Confieso que he confundido
tu lengua con la mía, que la geografía
de tu pecho se ha desdoblado en mis dedos
y que he reconocido
ese silencio de bocas juntas
que se dispersa sobre mí como gotas de vida.

¡Qué pronto te acabas!
Entre tanta confusión de aliento y caricias,
el otro mundo, ese que siempre limita al norte
con un cierto rumor de muchedumbre,
me ha desvestido de ti frente al espejo
y con una ráfaga de prisa
se ha llevado tus labios hacia el futuro
que nunca llega.

Tu olor es una mentira piadosa
que expande mi agradecimiento,
tu perfume es una falsedad necesaria,
un engaño al que deberle el consuelo y la mentira
de creer en la certeza de lo vivido.

¡Pero qué pronto te acabas!
Con qué rapidez te deshaces el cuerpo
en partículas de memoria,
qué deprisa te esfumas en el aire
y, sin embargo,
cuánto me cuesta salir de tu aroma
lentamente
hacia la soledad de la tarde.

Equilibrio

Puede lo asimetrico, lo descentrado, lo inquieto… construir un equilibrio

Los deseos irreprimibles

Cuando la mano ya inició
el movimiento
uno tiene la conciencia fugaz
del mal que está por cometer.

La ropa caerá,
el vino será derramado,
el corazón sangrará para siempre.

Pero uno no puede detener el movimiento.

Cristian Aliaga (Buenos Aires, 1962)

El tiempo es una materia insumisa

Con dos cuerpos y un abrazo, se edifica una casa.

Somos una historia imaginaria,
una mentira verosimil, una verdad dudosa

El daño recibido no se crea ni se destruye
solo se transforma

Ver a la poeta Claudia Masin (Resistencia, Chaco, 1972)

Comunal y descomunal

un pedazo desmesurado

Declaración de fe

Me declaro a favor
de los amores que se vuelven rutina:
esos que suelen suscitarse
entre quienes comen juntos
tres veces al día;
duermen tomados de la mano
y despiertan siempre
a la misma hora
y en la misma cama.

Es decir,
me declaro a favor
de esos amantes
que juegan a besarse
como si untaran mantequilla
en un pan de centeno;
y se aman día a día
—noche a noche—
con las mismas tristísimas
y ridículas frases;
pronunciadas de tal forma
que parecen destilar por todo el cuerpo
la miel de una colmena entera.

Ernestina Yépiz