junio2019

Nostalgia de peso

Siento lenta nostalgia de tu peso,
del modo tan particular que tiene
el amor de encaramarse a las sillas,
de ese raro momento en que coincide
la sinuosa geometría de dos cuerpos
abrazando una misma gravedad.

Es curioso que la nostalgia se me acumule
en los brazos abiertos, en los muslos exentos
de ese peso justo que me sujeta a la tierra,
en el hueco desolado que noto en el pecho.

Dirás, con esa niebla
con que miras la vida,
que el amor no se enroca en los cajones,
que las ausencias rotas
no viven en las sillas.

Seguramente tendrías razón si lo dijeras
como lo dices todo, mansamente,
como quien alumbra el fondo de la celda
en la que se desespera de oscuridad;
tal vez tuvieras razón y se pueda
tener una vida corriente entre las manos
sin otra cosa que llevarse a los muslos
que el recuerdo de un peso
sostenido a favor y en contra
de la ley de la realidad.

Película

La tarde está tendida en el sofá.

Como en un letargo
de persianas que se entornan pálidamente,
el tiempo de la realidad
se queda mirándome con expresión dura.

Sólo me deja ir sintiendo
esta soledad que me envuelve entre dos sombras
y a la que me voy acostumbrando poco a poco,
como se acostumbran los ojos del actor
a que se apaguen los focos del escenario,
a este hábito de llevarse a casa
un último fotograma de otra tarde también tendida,
cuando las persianas se entornaron dulces
y el tiempo te tapo los ojos.

La tarde muere tendida en el sofá
mientras la noche se prepara para caer,
rendida y solitaria,
filtrándose por entre antiguos fotogramas
de esa película sobre la que tantas veces hemos hablado
desde estas bambalinas de la vida,
que ahora me parece mentira que nunca
la hayamos visto juntos y abrazados.