Instanteca no supo salir cuerdo de aquel maravilloso y trágico laberinto que había construido con las palabras imposibles y sus iniciales. Y más tarde, de cuando estuvimos locos heredamos la sensación de que la vida es insomnio y viceversa.
Siempre agradeceré la suerte de encontrar palabras que decirte al oído, de encontrar en las películas alguna mentira que te fascine, a pesar de que ya nada consiga fascinarnos al oído.
Como te iba diciendo, quizá te suene a palabras de otro aquel diálogo interminable del que todavía nos quedan, cuatro veces al año, algunas gominolas que llevarse a la boca y cosas que se guardan en un cajón después de un café o de una playa.
Entre la oficina y la noche que viene, otro año más que te regalo palabras; aunque ya no son mías sino de otros, de otras: aquellas que te dije en esta zona de luz apenas que nos queda y que no quiero dejar que se apague.