Cosas que se guardan (Página 1 de 5)

A propósito de la memoria y de la propia identidad, escribí estos poemas como quien, buscando otra cosa, encuentra en el fondo de un cajón, objetos que le evocan las huellas de una vida que, probablemente, como todas las vidas, no es sino imaginaria. Y descubrí que por detrás de esos objetos aún se percibe esa vida que ya no es la vida, pero que nos ha traído hasta aquí.

Fotografía

En las fotografías que ahora miro
de un tiempo que ha dejado de ser tiempo
para cifrarse en una sensación,
puedo palpar la verdad de los kilos,
levantar actas de cabellos blancos,
deshacer el enigma de los sitios.

Puede parecer que soy yo el que se va cambiando,
pero es la vida la que se altera alrededor
envejeciendo pieles amigas que acaricio,
arrugando los labios que beso, deformando
la realidad de los pechos a los que me asomo,
destintando los cabellos en los que se pierden
estas manos que ya no reciben como entonces
químicas del amor en los parques solitarios.

Sólo el insomnio queda. La inconsciencia
se ha vuelto decrepitud y nostalgia,
los amigos son cada vez más tiernos
que su propio recuerdo.

No soy yo el que cambia, siempre son ellos,
es la vida que se va retorciendo
como una turbulencia que me arrastra
hacia el acto final sin testigos.

Todo mengua despacio: el espíritu, la rabia,
la importancia de las cosas que se me disuelve
en el paso de los días rutinarios.

La esperanza hace aguas, el tumulto se aclimata
a unas pocas tardes raras de abril
que me llegan en desbandada, como si huyeran
hacia un futuro inexacto y difícil.

Me falta aire, el espacio se me agota.

Sólo los sueños crecen cuando te metes dentro
no sé por qué resquicio,
pero del resto de este mundo todo me falta
-la memoria, el presente, el desconcierto-,
y todo se me queda estrecho como un abrigo
heredado a destiempo.

Puede parecer que soy yo quien cambia,
pero es la vida la que cambia a mi alrededor
estrangulándome sobre mí mismo.

Sólo los sueños me guardan espacio,
supongo que porque siempre conquistan
el lado de la foto en que no estás.

Que la vida nos proteja

Pareciera
que, en esta vida, aquello
que no quema
es que no está encendido,
que lo que no brilla por un instante
no tiene luz.

todo lo repetido
pesa profundamente sobre los corazones,

Poner en pie el olvido y la palabra

esperas que el tiempo desangre lo nombrado
que el cuerpo resista los golpes de la ausencia
que la vida continue más allá de las palabras
que el porvenir sea el próximo autobús
que la rabia no sea tu parada.

el dinero nos cuesta más de lo que vale

que la vida nos proteja de lo que los demás buscan en nosotros

Para terminar

Que no se diga más que tú
Que no se diga más que yo
Que no se diga más
que nosotros
que dijimos
que cosas
que matamos
que al otro

que para terminar
que mutuamente
que nos callamos.

Francisco Martinovich

En plena noche

También en plena noche
la nieve
se derrite blanca

y la lluvia
cae
sin perder su transparencia.

Es ella, la noche,
la que nos libra de los reflejos,

la que nos expande
las pupilas.

Lo que busca con su bastón
el ciego es la luz, no el camino.

Orillas

Afuera ladra un perro

a una sombra, a su eco
o a la luna
para hacer menos cruel la distancia.

Siempre es para huir que cerramos
una puerta,
es desierto la desnudez que no es promesa

la lejanía
de estar cerca sin tocarse
como bordes de la misma herida.

Adentro no cabe adentro,

no son mis ojos
los que pueden mirarme a los ojos,
son siempre los labios de otro
los que me anuncian mi nombre.

Hugo Mujica

Silencio ii

El silencio
es un niño que busca flores secas
en el centro de un jardín forastero.

El silencio
está dentro del jardín,
huele en las flores secas,
reverbera en la búsqueda
y abre ojos de niño en la penumbra.

Se bambolea
con un lapso de blanca
al final de cada respuesta tibia.

Pasa un ángel, se dice,
pero solo es el viento
que ocupa su sitio
en todas las conversaciones rotas.

El silencio está en llamas,
la senda al rojo vivo
que hay que cruzar descalzo,
el silencio es la verja
que separa palabras
que nunca nos dijimos.

El silencio es una cierta ventana
que una vez que se abre
ya nunca más se cierra.

Dedicatoria

Instanteca no supo salir cuerdo de aquel maravilloso y trágico laberinto que había construido con las palabras imposibles y sus iniciales. Y más tarde, de cuando estuvimos locos heredamos la sensación de que la vida es insomnio y viceversa.

Siempre agradeceré la suerte de encontrar palabras que decirte al oído, de encontrar en las películas alguna mentira que te fascine, a pesar de que ya nada consiga fascinarnos al oído.

Como te iba diciendo, quizá te suene a palabras de otro aquel diálogo interminable del que todavía nos quedan, cuatro veces al año, algunas gominolas que llevarse a la boca y cosas que se guardan en un cajón después de un café o de una playa.

Entre la oficina y la noche que viene, otro año más que te regalo palabras; aunque ya no son mías sino de otros, de otras: aquellas que te dije en esta zona de luz apenas que nos queda y que no quiero dejar que se apague.

Película

La tarde está tendida en el sofá.

Como en un letargo
de persianas que se entornan pálidamente,
el tiempo de la realidad
se queda mirándome con expresión dura.

Sólo me deja ir sintiendo
esta soledad que me envuelve entre dos sombras
y a la que me voy acostumbrando poco a poco,
como se acostumbran los ojos del actor
a que se apaguen los focos del escenario,
a este hábito de llevarse a casa
un último fotograma de otra tarde también tendida,
cuando las persianas se entornaron dulces
y el tiempo te tapo los ojos.

La tarde muere tendida en el sofá
mientras la noche se prepara para caer,
rendida y solitaria,
filtrándose por entre antiguos fotogramas
de esa película sobre la que tantas veces hemos hablado
desde estas bambalinas de la vida,
que ahora me parece mentira que nunca
la hayamos visto juntos y abrazados.

Nostalgia de peso

Siento lenta nostalgia de tu peso,
del modo tan particular que tiene
el amor de encaramarse a las sillas,
de ese raro momento en que coincide
la sinuosa geometría de dos cuerpos
abrazando una misma gravedad.

Es curioso que la nostalgia se me acumule
en los brazos abiertos, en los muslos exentos
de ese peso justo que me sujeta a la tierra,
en el hueco desolado que noto en el pecho.

Dirás, con esa niebla
con que miras la vida,
que el amor no se enroca en los cajones,
que las ausencias rotas
no viven en las sillas.

Seguramente tendrías razón si lo dijeras
como lo dices todo, mansamente,
como quien alumbra el fondo de la celda
en la que se desespera de oscuridad;
tal vez tuvieras razón y se pueda
tener una vida corriente entre las manos
sin otra cosa que llevarse a los muslos
que el recuerdo de un peso
sostenido a favor y en contra
de la ley de la realidad.

Gota

De semen blanco escanciado
entre los pliegues de una sábana,
de sudor anónimo y cotidiano,
de algún caldo lentamente
cocinado entre pucheros,
de agua de la lluvia que desata
la tormenta de una despedida,
de la saliva de un beso furtivo
que atraviesa una primavera,
de la espuma del mar empujada
por la brisa y el salitre,
de una lágrima escapada
de la risa o de un suspiro,
de la sangre de tu herida
o de la de tu enemigo,
de la escarcha,
del mercurio de una fiebre,
de la nieve
o de la tinta que se agria
sobre el papel de este poema
en que me lees,
la última gota es la que siempre
desborda el vaso.

Gafas

Ni en esas gafas viejas
-ni en su añeja costumbre
de irse deslizando muy poco a poco
por el promontorio de mi nariz
como si, al tomar carrerilla lenta,
quisieran arrojarse
al vacío que parecía llamarlas más allá-
estarán los desastres
ni la maravillas que, atravesadas
de luz y de su correspondiente oscuridad,
me llegaron revueltos entre los días
que ahora son pasado.

Aun así las guardo de todas formas,
camuflando una secreta esperanza
en la probabilidad de rotura
o extravío de las nuevas,
una esperanza que es tan imposible
que nadie podrá quitármela nunca,
pues todo el mundo sabe
que sólo puede volverse mentira
lo que se sostuvo como verdad.

Quizá un día, cuando
la memoria sea ese espacio de nadie
que queda entre los trozos de un espejo
reventando a cámara lenta,

Papel en blanco

Un papel vacío, ese que no se ha estrenado,
nunca es sólo un papel en blanco.

En él germinan los proyectos
que aún no se han sembrado
y, mira, ¿no lo ves? Hay un dibujo
preparado para asomarse
o una instancia para pedir no se qué.

Tiembla una firma en su vientre
y, ¿no lo notas? Hay palabras dentro de la tinta
que se ordenan en la fila
de un mensaje de amor o de odio,
que se ponen firmes para dar un veredicto
o que despliegan las alas de un poema.

Veo que no lo entiendes, pero sé consciente
de que este papel, antes de soportar mis letras,
estuvo vacío y, sin embargo,
nunca fue sólo un papel en blanco.

Aunque tal vez comprendas mejor
que, después de haber escrito en él
versos tontos o milagros,
después de que tú lo leas,
quizás ya sólo sea papel mojado.

Monedas

Tardan demasiado
el viento y la lluvia
en desgastarlas.

Metales redondos con efigie,
símbolos preciados del mundo
en el que todo cuesta más que lo que vale,
aquí están, olvidadas en el cajón.

No puedo evitarlo.

Pensar en ellas como pienso en el amor,
cuánto brilla todo lo nuevo
cuando sabes que lo tienes
en el bolsillo del pantalón.

Qué poco valen luego, después,
si te las encuentras por la calle
oscurecidas por el verano
y las saludas como sin gana
y metes las manos en los bolsillos
y te despides aliviado.

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