Después de tantos días sin él, tenía ganas de ponerme delante, sin saber muy bien para qué. Es casi como un amigo, de esos que siempre están dispuestos y a los que no les importa lo pesado que te pones.
Así que, después de organizar todo un poco, lo he encendido, casi con ansiedad. Ha saludado su pantalla de siempre, he abierto los programas de siempre y he visto las páginas de siempre. Mi internet tiene pocas páginas y, a los quince minutos, ya no había nada más que ver.
¡Tanta espera para tan poco! Nada que no hubiera podido hacer con el móvil, nada que merezca la pena reseñar, salvo alguna foto. Nada, de tanto todo, nada, salvo escribir.
Pero con el calor y el ordenador, no sé cual es la causa y cual el efecto, ha vuelto el insomnio. Ni siquiera el cansancio ha podido impedirlo, sólo retrasarlo un poco. Y con el insomnio ha vuelto esta manera mía de pensar escribiendo.
Y escribir pensando que tanto para tan poco, tanto verano para tan poco descanso, tantos años para tan poco cambio, tantas ganas para tan poco tacto. Tanta insistencia para tan poco daño, tanta pastilla para tan poco efecto, tantos kilómetros para tan poco movimiento.
Demasiado esfuerzo para cada víspera. Demasiadas expectativas y demasiada espera. Tengo que vivir ahora, lo que sea que me toque, porque cada vez queda menos.
Necesito traer mi mente al aquí, dejar de esperar lo que ya sé que no va a venir. Necesito ir más deprisa, pensar más rápido, decidir en el instante.
Pero no sé. Ni siquiera sé por dónde empezar.
Deja una respuesta