Voy a pronunciar «amor»,
por si luego no puedo,
por si luego
alguna ceniza densa me asfixia,
por si luego
tengo la lengua repleta de espinas.

Y voy a pronunciar «vida»,
por si luego no puedo,
por si luego
el corazón se me estriñe y los días
venideros
me pasan por encima como losas
de marfil
o se me rompe durante un instante
la memoria
de lo que no pudo ser verdadero.

Quiero pronunciar «siempre»,
aun sabiendo que siempre es mentira,
por si luego no puedo,
por si luego
no es luego sino nunca,
por si luego
lo que quede de mí sea una cobardía
tendida a la intemperie.

Voy a gritar «ven conmigo»,
por si luego no puedo,
por si luego
mi voz no sabe cubrir la distancia
por si luego
me atrapa el huracán de los teléfonos.

Y voy a pronunciar «lágrima»,
por si luego no puedo,
por si luego no sé
pronunciarla
por si luego
quedan muchos nudos que deshacer
y se nos atragantan.