Tardan demasiado
el viento y la lluvia
en desgastarlas.

Metales redondos con efigie,
símbolos preciados del mundo
en el que todo cuesta más que lo que vale,
aquí están, olvidadas en el cajón.

No puedo evitarlo.

Pensar en ellas como pienso en el amor,
cuánto brilla todo lo nuevo
cuando sabes que lo tienes
en el bolsillo del pantalón.

Qué poco valen luego, después,
si te las encuentras por la calle
oscurecidas por el verano
y las saludas como sin gana
y metes las manos en los bolsillos
y te despides aliviado.