Me devuelve la memoria los rostros
como antigua instancia fuera de plazo
que huele a papel viejo,
a tinta oxidada por la intemperie
de los días deshojados.
Todo me llega pardo,
en un ocre que embadurna paisajes.
Como en una película de Hitchcok,
la memoria colorea el anverso
con doble blanco y negro,
repitiendo una historia
que aunque siempre parece ilimitada,
en tanto que recordada, no puede
resultar verdadera.
Tú y yo arrugamos el mismo pasado
con texturas distintas,
como diferentes se oyen los tonos
de aquella melodía
que silbamos juntos con luna llena
y que ahora tan irreconocible
suena en tus labios que dudo si entonces
tal vez no fuera la misma canción.
La memoria nunca devuelve intacto
lo vivido,
lo emborrona,
lo aplasta, lo desangra.
No estaría mal si también consiguiera
hacerme olvidar que quien se lamenta
de todos los finales repetidos,
este yo que carga sobre la espalda
maletas de lluvia despilfarrada,
también soy otro de sus errores favorecidos.
Pero tú, que viviste el mundo en mí,
devuélveme el color de aquellos sueños,
tráeme una luz que borre las sombras
y una mano que me oriente a través
de este túnel sobre el que empieza ahora
a caer taciturna
la suave oscuridad de lo perdido.
Devuélveme el color, ese color
que tenía la vida desde tus ojos
en el instante en que nos abrazábamos.
Esa luna color de viejo saxofón…
Esa luna color de viejo saxofón
me retendrá en París.Esa luna color de vieja mariposa,
de alma vieja buscando sobre el viento
ojos para mirar el fin de siglo,
gatos que son las dudas de la noche.Tiéndete junto a mí. Despierta en la memoria
esa inquietud que guardan los que acaban de amarse,
la imperceptible prisa de los labios
que buscaron un cuello donde apoyar su aliento.Y déjame mirarte, frente a frente,
con estos mismos ojos orientales
que utiliza el amor para observamos.(Luís García Montero)
Deja una respuesta