Minuto y medio tardo más o menos
en leer detenidamente un poema,
no demasiado largo,
que llena esta soledad apacible
de una tarde lluviosa.

Cuando leo se entrecruza
cada palabra un poco conmigo,
con lo que siento, con lo que imagino,
con diversas emociones furtivas
que remuevo en la taza
del café con leche que tomo tibio
entre cada sorbito de metáforas.

Las hago mías leyendo verso a verso,
incorporando voces, memoria, desencantos
y un mordisco que doy de tanto en tanto
a una galleta que no es de la suerte.

El café se acaba. También el poema.

Puede que ocurra que si eres tú quien me lee,
cuando lees se entrecruza
cada palabra un poco contigo,
con lo que sientes, con lo que imaginas,
con diversas emociones furtivas
que remueves, tal vez, en otra taza.

Quizás te pase lo mismo que a mí
y estés apretando el libro y los ojos
como se cierra un viejo álbum de fotos,
como se huele la rosa a primeros de mayo
o como se escucha minuto y medio de lluvia
de una tarde equivocada y rellena
de este sin ti cayendo gota a gota,
muy lentamente, sobre los renglones.

Porque entiendo que la poesía sucede
dentro de las personas,
desde, sobre, con, por el poema, sí,
pero fuera del poema.

Tres minutos de poema

Apenas tres minutos es lo que tardo
en leer un poema, no muy largo, en el silencio
de una tarde lluviosa.

Todo lo que entiendo se entrecruza
con un algo que se imagina, con un mucho
que se sugiere, con un poco de mí
y una taza de café con leche
que espera mis labios tibios
entre sorbo y sorbo de metáforas.

Pero yo construyo las mías en cada verso
hilvanando voces, memoria, desencantos
y un mordisquito que doy de tanto en tanto
a una galleta que no es de la suerte.

El poema se acaba. Recuerdo entonces
que algunas noches imagino
el sorbo a sorbo de tus labios
en esta taza de mi boca, hueca y ronca
por todos esos excesos de ausencia
que se me quedan fuera de la página.

Y se me ocurre que eres tú quien me lee
en el poemario de alguna vida
y que todo lo que entiendes se entrecruza
con un algo que me sugieres, con un mucho
que te imaginas y con un poco de este yo
que ahora aprieta el libro y los ojos
como se cierra un poema que te emociona,
como se huele la rosa a primeros de mayo
o como se escuchan tres minutos de lluvia
de una tarde equivocada y llena
de este sin ti que va cayendo gota a gota,
lentamente, sobre los renglones.

(Versión anterior)