De cuando estuve en el congo mantengo
el miedo intacto en su jaula de sombra,
la impaciencia arañándome los timbres
y una extraña insistencia de las olas
en revolcarme sobre cada playa.
Aunque todas las tintas se desgastan,
aun me estremece la barra de labios
que dibujó las cruces de aquel mapa
en el que siempre estuvimos perdidos.
Guardo el deseo embotellado en mensajes
de los que siempre se levantaba acta
y siguen salpicados en el suelo
los cristales de la última palabra.
y el acto siguiente siempre indeciso.
Y guardo las uñas de las palabras
la misma playa que enciende el mediodía
Persisto en dudar del primer paso,
Chimenea
A los pies de la noche
me reconozco
al palpar la leña;
al intuir si el moho blanco
es signo de una humedad pasada.Sé que al poner mi rostro
ante el fuego,
este me reconoce.Soy mi casa,
soy mi fuego,
soy un minúsculo complot de muchas cosas.Me reduzco finalmente
a un manojo adormecido:
pantalones azules,
camisa roja
y un perfil encendido,
por culpa de las llamas.Ya todo está cálido, tranquilo,
excepto el café sobre la mesa
que yace olvidado,
frío,
detrás del sueño.(Rafael Tobar)
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