Un capítulo de un libro interesante,
un paseo por el parque
bajo la luz de la luna,
un metro cuadrado relleno
de cuatro litros de lluvia.

La mansedumbre de los olivos
en cien kilómetros de autovía,
un viaje imprevisto a la playa,
el atasco a la vuelta de la oficina,
el final de una película,
dos cervezas con sus tapas
o una charla entretenida
con alguien en la distancia.

Una ración de insomnio
a solas con Morfeo,
o un sueño suave y húmedo
que me reviente de deseo,
sesenta besos redondos
a una mujer desnuda y en lo oscuro.

Todo esto y mucho más,
que no digo por prudencia,
por olvido, por desconocimiento
y por que no me cabe en este poema,
es lo que puedo perderme
en esta hora de vida
que me han quitado esta noche
al adelantar las manecillas.

Sin embargo no me quejo,
tengo razones para estar alegre.

Porque sé que todas las cosas
que tarde o temprano se pierden
traen de la mano otros quehaceres,
otras historias, otros sueños.

Y porque sé que,
para que llegue lo que llegue,
ahora queda una hora menos.