Torcido
Tengo el dedo gordo de cada pie
ligeramente inclinado hacia fuera,
la raya de mi pelo partidaria de lo ancho,
los dedos de las manos
algo escorados hacia la torpeza.
Todo en mí está torcido, un poco, ligeramente,
aun lo suficiente para impedirme
enderezar los pasos que voy dando
en este viejo camino empinado y propenso
a crecer con traspiés.
Ni siquiera consigo mantener
el corazón completamente izquierdo,
porque si me descuido solo un poco,
se tuerce hacia las flores,
hacia el trigo,
hacia lo más profundo de un secreto
que ya no es.
Tengo que tirar con todas mis fuerzas,
entonces, arrastrarlo
para que no se me detenga en ese recodo
del que se hizo tan firme partidario
y se venga conmigo.
No lo maltrato por gusto, le tengo cariño,
sino por lo largo que es el camino que queda,
porque quisiera necesitarlo ya, todavía,
pero esta maldita víscera es muy testaruda
y me sigue palpitando torcida,
inclinada
hacia la vieja costumbre adquirida
cuando nada era todo,
cuando todo era siempre,
de latir lentamente al oído de alguien
que pone su cabeza en mi pecho
y se duerme.
Deja una respuesta