Sólo es un abalorio
que me diste de recuerdo.
Una minucia
Tal vez un gesto insignificante,
regalarme esa piedra del collar,
esa menudencia muda,
que se te rompió mientras te hablaba al oído.
Tenía unas flores pintadas,
pequeñeces de colores, naderías,
marcadas sobre sus cuatro caras.
He mirado todas sus redondeces muy a menudo.
Las he tenido en mi mano
y he posado mis labios, mil veces,
donde estuvieron los tuyos.

Parecerá una tontería,
seguro que es una estupidez.
Hay muchas veces
que ni yo mismo me comprendo.
El caso es que,
no sé porqué,
me alegra saber que las flores
que aquel día tenías en el cuello,
no eran margaritas de sí y no…
sino pensamientos.