Ellos no, nunca atacan,
tan solo se defienden.

Está en la naturaleza
de su anverso.

¡Uno los ama tanto!
Los acaricias, les mesas el pelo,
los abrazas a corazón abierto,
los metes en tu vida
y todo te lo cambian.

Ellos no lo hacen adrede,
no pueden evitar la genética
y cuando uno, que tanto los ama,
intenta, mansamente, con cariño,
que hagan lo que tú quieres,
cuando los cambias de sitio
o de costumbres,
te arañan sin saberlo,
te pican sin maldad,
te muerden sin intención.

Es por eso
que estas marcas moradas,
ya casi verdes, que andan dispersas
entre mis versos,
estas marcas como de dientes
horadadas en mis poemas
no son culpa suya.

¡Uno los ama tanto!
Ellos no lo hacen adrede.

Es que cuando intentas
que hagan lo que tú quieres,
cuando los cambias de sitio
o de costumbres,
los amores arañan,
los recuerdos pican,
los sueños muerden.

Quédate

Te amor de lejos.

Te cientos de colibríes.

Te gusto haberte conocido.

Te cargo de conciencia.

Te Quito llueve contigo.

Te luciérnaga la mirada.

Te amiga desde dentro.

Te pronto tu presencia.

Te rastro de tu cuerpo.

Te fuera los pretextos.

Te noche que pasamos.

Te vino que bebimos.

Te paraíso con la boca.

Te chinezco de los nervios.

Te juramento de mi vida.

Te miedo que te vayas.

Te poema que congelo.

(Christian Mauricio Zurita Estrella)