Poemas anversos (Página 2 de 6)

Un pequeño juego de palabras entre español e inglés (poems and verses) da título a este espacio en el que exploro nuevas fórmulas expresivas. Sobre temas diversos y no relacionados entre sí, este es mi sitio para experimentar. Hay borradores, versiones diferentes y puros apuntes sobre los que más adelante gestar nuevos poemas. Es lo que tienen las trastiendas: trastos llenos de polvo, estanterías inexplicables y, quién sabe, algún tesoro.

Equilibrio

Puede lo asimetrico, lo descentrado, lo inquieto… construir un equilibrio

Los deseos irreprimibles

Cuando la mano ya inició
el movimiento
uno tiene la conciencia fugaz
del mal que está por cometer.

La ropa caerá,
el vino será derramado,
el corazón sangrará para siempre.

Pero uno no puede detener el movimiento.

Cristian Aliaga (Buenos Aires, 1962)

El tiempo es una materia insumisa

Con dos cuerpos y un abrazo, se edifica una casa.

Somos una historia imaginaria,
una mentira verosimil, una verdad dudosa

El daño recibido no se crea ni se destruye
solo se transforma

Ver a la poeta Claudia Masin (Resistencia, Chaco, 1972)

Comunal y descomunal

un pedazo desmesurado

Declaración de fe

Me declaro a favor
de los amores que se vuelven rutina:
esos que suelen suscitarse
entre quienes comen juntos
tres veces al día;
duermen tomados de la mano
y despiertan siempre
a la misma hora
y en la misma cama.

Es decir,
me declaro a favor
de esos amantes
que juegan a besarse
como si untaran mantequilla
en un pan de centeno;
y se aman día a día
—noche a noche—
con las mismas tristísimas
y ridículas frases;
pronunciadas de tal forma
que parecen destilar por todo el cuerpo
la miel de una colmena entera.

Ernestina Yépiz

Sé que llego tarde

Pérdoname que siempre llegue tarde,
pero es que mí todo me llega tarde.

Por más prisa que me doy en alcanzarte,
aunque adelante el reloj y me coma
todas las curvas de la carretera,
cuando al fin te tengo a tiro de piedra,
tú llegaste mucho antes, sin demora,
sentada allí hace un tiempo incalculable.

Es la gran estafa de los adverbios.

No puedo salir de aquí, estoy atrapado;
allá donde vaya, siempre me llevo.

Pero tú, sin embargo,
por milimétrico que sea el espacio
desde donde nos vemos,
aunque te muevas suave y muy despacio,
permaneces allí, luego, a lo lejos.

No puedes estarte quieta, lo sé,
los días en tu cabeza siempre bullen
cruzando ls semanas hasta el viernes,
aprovechando el tiempo que no tienes.

Y yo quieto, tan callado, tan lunes.

Para eso necesito
el horizonte, la utopía, a ti.

Para saber completamente a tiempo
a donde llego tarde.

Te llegaré tarde, ya lo sé, es cierto.

Y también es cierto que tú lo sabes.

Pero tal vez no sabes
que mi amor es urgente,
que te quiero temprano,
pronto, ahora,
en este acto.

Partidario

Soy decididamente partidario
de los amores que se encienden
poco a poco y se apagan despacio.

Los que dejan costumbres ajenas
que nadie distingue de las propias

Soy profusamente aficionado
a los amores que se esconden
entre lo pliegues de s´bnas limpias

Miedo

La anchura del corazón no se mide
en centímetros, sino en ausencias.

No está más alto el que menos suplica,
ni mejor amueblada la cabeza
que menos se ofusca,
ni es más indiferente la piel
que menos caricias necesita.

Tampoco se mide el amor
en las horas que se tarda en responder
una pregunta o una llamada perdida.
Ni en el número de veces
que una palabra consabida
se persigue a sí misma
en medio de un párrafo sentimental.

En la escena del sofá
los corazones no miden su altura,
sino la distancia que los separa.
En las lágrimas con las que alguien dice que se va,
en la música viscosa con que se escucha un adiós,
sólo se mide la voluntad.

Sólo hay algunas formas de temblar
que dan la dimensión exacta de un sueño,
sólo algunas maneras de cerrar los ojos
descubren los dobleces del pasado
y consiguen estirarlos en toda su amplitud.

Medirse es inevitable,
el modo de saber lo que se quiere
y cómo se esperan las palabras
que tanto cuesta pronunciar.
Y aunque ya hace tiempo que le perdí
el miedo a no estar a la altura de la vida,
no quiero, de ninguna manera,
vivir con un corazón más estrecho que el tuyo.

Te lo digo por si te pareciera
verme temblar. Piensa que quizás
no sea de frío, sino del miedo que me da
que llegue el día en que mi corazón adelgace,
se quede en los huesos y mi ausencia
te pase desapercibida, como una sombra,
como un leve recuerdo que se apaga.

Silencio

Llega a borbotones desde lo lejos.

La verbena, al nacer,
una jauría de perros
ascendiendo por las calles del pueblo,
picando como un enjambre de abejas.

En la cima de la cuesta se amansa,
las notas de la canción del verano
son moscas que pululan en el aire.

Los coches, al atravesar la luna,
las entrecortan, en tanto que el viento,
peinando la montaña,
las dobla en mi oído con un eco raro,
como si llegasen desde un pasado
que no ha ocurrido nunca.

Al final entran por una ventana
ordenadas y tenues,
como leve hilera de mariposas.

El silencio es, entonces,
un rumor de palabras
que se va tarareando
despacito.

Cuadro

De tanto mantener
los brazos levantados
-se pronuncia en voz alta el dos de mayo-,
he dejado de creer en fusiles.
¡Llévame hacia el jardín de las delicias,
borracho, como esos que tengo enfrente!

Sé que Velázquez ayuna los sábados
mientras mira visitantes desde sus Meninas
y se deja la hogaza del almuerzo
en el filo de la mesa, a punto
de caerse al suelo.

Preferiría haber sido
-añade el no fusilado-
conversador en pijama
sobre paredes azules,
adorando un carro de heno,
cirujano de piedras de la locura.
Eternamente retorcido de gusto
en un beso rodeniano
o hirsuto del dolor de San Sebastián.

A mí, en cambio, me encanta ser Durero
-interrumpe Durero
desde su autosuicidio.

Que nadie le haga caso
-argumenta la víctima de Goya-.

Que si aquí los días siempre son amargos,
si matan la esperanza con lumbagos
de la insufrible rendición de Breda,
qué terribles son las noches de museo :
cuando las luces se apagan y nadie nos mira,
los caballos relinchan,
las paredes se llenan
con los ojos vidriosos de tantos retratados,
la fe de los mártires no mueve el óleo
y tiritan de deseo frío las majas,
sobre todo
las desnudas.

Qué todos se fijen en este ejemplo:
de tanto mantener esa mística sonrisa
iluminando siglos y el centro de la sala,
la Mona Lisa ha dejado de creer
en el sol, en su Leonardo y en las lágrimas.

Perdurar no tiene ningún sentido,
el deterioro es parte de la vida,
no se arriesguen a terminar sus días
estampados en lienzo
o en ortografía,
escarmienten en vida
y no se les ocurra nunca
posar para un cuadro.

Grito

Supe del grito
por la piedra tallada,
por el silencio de las columnas
hechas garganta.

Supe de la soledad
por las ranuras, por el eco
del órgano, por el viento
atrapado en las laderas.

Después supe del escalofrío,
del desencanto hecho explanada,
del miedo elevado a castillo.

El mismo montón de piedras
puede ser monasterio, muralla,
refugio para peregrinos,
ruinas abandonadas.

¿Qué es lo que convierte
una retahíla de besos
en esperanza que aliente el deseo
o en derribos asolados
por la intemperie?

Quiero que sepas del grito
por estos renglones tallados,
por el silencio de este poema
hecho garganta.

Meteorología

Por el fragor del beso se sabe
dónde está el fuego, cómo arde
la noche, hacia dónde tiritan
los pétalos de las margaritas.

Por el estruendo de los labios
uno reconoce huracanes en la sangre,
el sabor de la tormenta de encontrarse,
la humedad que tiene la vida.

Hoy hay un beso en el aire,
un beso de taberna o de cantina,
que no sabe si ahogarse en cerveza
o en melancolía.

Ahora noto en la boca la duda
del ruido de un beso pendiente
que no puede esperar a mañana.

Porque por la meteorología del beso se sabe
de las sábanas y de su temperatura,
como por el silencio se sabe del insomnio
y de la posibilidad de lluvias.

Una hora menos

Un capítulo de un libro interesante,
un paseo por el parque
bajo la luz de la luna,
un metro cuadrado relleno
de cuatro litros de lluvia.

La mansedumbre de los olivos
en cien kilómetros de autovía,
un viaje imprevisto a la playa,
el atasco a la vuelta de la oficina,
el final de una película,
dos cervezas con sus tapas
o una charla entretenida
con alguien en la distancia.

Una ración de insomnio
a solas con Morfeo,
o un sueño suave y húmedo
que me reviente de deseo,
sesenta besos redondos
a una mujer desnuda y en lo oscuro.

Todo esto y mucho más,
que no digo por prudencia,
por olvido, por desconocimiento
y por que no me cabe en este poema,
es lo que puedo perderme
en esta hora de vida
que me han quitado esta noche
al adelantar las manecillas.

Sin embargo no me quejo,
tengo razones para estar alegre.

Porque sé que todas las cosas
que tarde o temprano se pierden
traen de la mano otros quehaceres,
otras historias, otros sueños.

Y porque sé que,
para que llegue lo que llegue,
ahora queda una hora menos.

« Entradas anteriores Entradas siguientes »