Cosas que se guardan (Página 3 de 5)

A propósito de la memoria y de la propia identidad, escribí estos poemas como quien, buscando otra cosa, encuentra en el fondo de un cajón, objetos que le evocan las huellas de una vida que, probablemente, como todas las vidas, no es sino imaginaria. Y descubrí que por detrás de esos objetos aún se percibe esa vida que ya no es la vida, pero que nos ha traído hasta aquí.

Abalorio

Sólo es un abalorio
que me diste de recuerdo.
Una minucia
Tal vez un gesto insignificante,
regalarme esa piedra del collar,
esa menudencia muda,
que se te rompió mientras te hablaba al oído.
Tenía unas flores pintadas,
pequeñeces de colores, naderías,
marcadas sobre sus cuatro caras.
He mirado todas sus redondeces muy a menudo.
Las he tenido en mi mano
y he posado mis labios, mil veces,
donde estuvieron los tuyos.

Parecerá una tontería,
seguro que es una estupidez.
Hay muchas veces
que ni yo mismo me comprendo.
El caso es que,
no sé porqué,
me alegra saber que las flores
que aquel día tenías en el cuello,
no eran margaritas de sí y no…
sino pensamientos.

Corazón

Ocurre que cualquier día insospechado
al ir andando no sé por la casa
o por la calle
o en el trabajo
dejas el corazón sobre una mesa
o en un cajón
o en el semáforo
y sigues andando como si nada
o como casi nada
no lo nota nadie ni tus vecinos
ni tus amigos
ni la persona
que duerme contigo de vez en cuando
o muchas veces
o casi siempre
y tus pasos se vuelven torpes lentos
o vacilantes
o inesperados

las palabras te salen muy pastosas
o incoherentes
o timoratas
y miras siempre a lo lejos ausente
se vuelve denso el aire que respiras
en pequeñas caladas
y nunca sabes donde estás ahora
porque siempre estás como en otra parte
aunque fuera todo parece en orden
no estás enfermo
ni deprimido
ni medio loco

y así van pasando lentas las horas
se confunden unos días con los otros
se te escurren de las manos los platos
o los papeles
o la cuchara
la luz las farolas se vuelve pálida
mientras vagas de noche como zombie
o alucinado
o confundido

hasta que un día cualquiera insospechado
cuando ya te estabas acostumbrando
a esa impalpable especie de indolencia
o de anestesia
o de desidia
te recuerdas hablando por teléfono
doblando la esquina entrando en tu casa
y al meter la mano dentro del bolso
o ceder paso
o escuchar una palabra escondida
te palpas sorpresa ha vuelto el latido
qué sé yo el pulso
la vieja arritmia
el corazón otra vez en el pecho
o en plena boca
o en la punta lejana de los dedos
y durante ese momento te alegras
te alivias respiras profundamente
como si al fin estuvieras completo

aunque luego después algo más tarde
recuperas la consciencia muy inquieto
o preocupado
o acongojado
porque notas lo grave del problema
y ahora no entiendes como has podido
aguantar tanto
olvidarte el corazón en la mesa
o en un cajón
o en un semáforo

Dibujo

Ando buscando luz en la que bañarte,
acércate a la ventana, destensa
el pasado,
pierde la vista en aquel horizonte.

Quieta, así, calma, quiero capturar
en el poema
ese brillo que contienen tus ojos
cuando me dices lo que no me dices,
cuando después vas y lo niegas todo.

Relaja más las manos,
como cuando acaricias,
desabrocha un botón,
deja que el corazón
se te adivine por el borde de la camisa,
humedece los labios.

Quieta, así, gira un poco la esperanza
pero manteniendo quietos los hombros,
baila mientras te miro,
detén el reloj, sonríe
como cuando iluminas el centro de una tarde,
muéstrame un poco más del cuello que espera un beso,
entorna la distancia, que no duela,
cruza un poco las piernas,
destápate los miedos.

Quieta, así, no te muevas,
que estoy intentando pintarte en un poema,
busco la mezcla exacta de palabras
que rime con la urdimbre de tu piel,
ando detrás del color que te imprime la risa
sobre un fondo de otoño.

Eso es, eso, así, quieta.

Por favor, ahora no muevas el corazón,
deja que te pinte así en este poema,
como si tú me quisieras al leerlo,
como si, al escribirlo,
también te quisiera yo.

Posees el gozo de su risa
pero debes saber que partirá.

Te inunda su alegría
te ilumina su rotunda carcajada
con una luz muy dulce,
pero no ignores que se irá.

Ella fluye,
ella es un líquido que detesta estancarse
ella es un pájaro que anida y emigra,
ella se irá.

Ella se irá y te dejará una marca de amor
que solamente curarás con su regreso efímero.

Entonces la verás de paso
y será como tropezar con el sol de la mañana
descubrir de nuevo su alegría,
nadar en ella
plácido
hasta un próximo encuentro inesperado.

(Darío Jaramillo Agudelo, Libros de poemas, 2001)

Lista de la compra

Sé que es tu letra
por la prisa que se adivina en las jotas,
por la minúscula raya que antecede
a las verduras,
por el uno sin nariz de las docenas
entre latas, congelados, carnes magras,
tomate frito,
hortalizas, arroz bomba, mantequilla,
cartones de leche semidesnatada,
las judías verdes
y el chocolate más negro que se encuentre.

Como item último,
el artículo final, la nota tierna,
palabras que debió llevarse el expolio
de una mudanza
o de alguna limpieza de los cajones,
escribiste «No tardes amor, te quiero».

Y me arrepiento
de dejarme las listas en la encimera,
de querer llenar carritos de memoria,
de tener siempre
la cabeza más allá de Mercadona
y comprar con impulso descontrolado
cosas inútiles,
olvidando reponer algunas cosas
lo esencial, lo profundo, lo necesario.

Si me hubiese llevado tu lista a tiempo
tal vez hubiese podido completarla
y el renglón último
quizás no habría sido un último renglón
de todo lo que tengo que convencerme
que ya no importa.

Regalo

Yo no quiero abrazar peluches
a lágrima viva,
ni llorar en los cajones del olvido
la casualidad de los encendedores.

No quiero encerrar entre las páginas de un libro
ni fotos, ni tarjetas, ni mechones,
ni otra cosa que no sean palabras
dichas al oído.

No quiero regalos de recuerdo
ni envoltorios brillantes conteniendo
una hermosa y triste despedida.

Prefiero quedarme vacío y sin nada
como vago y estéril recuerdo,
como justo castigo a la cobardía
de perder esta nada que lo es todo
y que me tiene tan atento
al tiempo y a la vida.

DNI

Solo los ojos de otro
pueden mirarme a los ojos
como yo miro de frente en la foto.

Solo los labios de otro
pueden ponerme un nombre propio
que se vuelve compartido
y prestarme unos apellidos
que tendré que devolver.

Solo el calendario de otros
puede parirme una fecha
y solo el nombre de otros
puede definirme un domicilio.

Solo el número de los otros
puede decidir mis dígitos.

Sólo los dedos de los otros
necesitan la huella de los míos.

Y con todo esto que me es ajeno,
no sé si regalo, cárcel o castigo,
los otros fabrican un rectángulo
que nunca he sido yo.

Cada vez que aparece en la cartera
o en el bolsillo de un pantalón
me pregunto lo mismo:
¿Habrá algo de mí afuera,
en este mundo,
algo que sea solo mío,
que no le deba a nadie,
que nadie haya tenido el gusto
o la obligación de asignarme?

Clip

Tan brillante y sinuoso,
de una rigidez calculada en base
a las propiedades del material
con el que está compuesto,
antítesis de las rejas del mundo,
es un alambre que une.

No se sabe lo que mantuvo unido:
cartas de amor, facturas,
fotos o apuntes que nunca tomamos
aquellas tardes de abril cuando el tiempo
paseaba descalzo sobre la hierba.

El mecanismo del clip es sencillo,
tácito, sosegado,
por más que haya gente que lo pervierta
fabricando corazones metálicos
que no laten
o una larga cadena de colores
que esclaviza.

O para intentar abrir cerraduras
sin la llave correcta.

Porque se trata de unir suavemente
los cuerpos que se acercan,
yo nunca quise intentar nada de eso.

Aunque si alguien cree que alguna vez lo hice
déjame recordarle
que hay veces que queriendo
suceden algunas cosas sin querer.

Soy decididamente partidario
de los amores que se encienden
poco a poco y se apagan despacio.

Los que dejan costumbres ajenas
que nadie distingue de las propias

Soy profusamente aficionado
a los amores que se esconden
entre lo pliegues de s´bnas limpias

Hamaca

Contar los nudos
para no desfallecer,
colgarse de ellos, mecerse,
estirarse sobre la noche
y amanecer al raso.

Contar los nudos
para entretener el miedo,
ahuyentar el silencio, cansarse
de volver a empezar
y apaciguar el sueño.

Contar los nudos
con la vista nublada,
equivocarse, entrar al aire
flotando sobre el futuro
y encenderse de espera.

El mundo se mueve
con la cadencia de la hamaca,
contar los nudos, extrañar
otro cuerpo anudado
que nos ancle a la tierra.

Contar los nudos
que se te clavan en la espalda,
abandonarse, huir hacia los lados,
mientras los ojos se entornan
hacia el vaivén que eres.

Contar los nudos
para no desfallecer,
perderse, oscilar con ellos,
esperar una palabra que duda,
liberar un sueño que va y viene,
desear un balanceo,
vacilar despierto siempre
con un corazón que nunca descansa.

Temblor

Porque todo
lo que ha llegado al final
todavía está sucediendo
friego los platos y tiemblo
cojo el teléfono y tiemblo
hago maletas y tiemblo
riego las plantas y tiemblo
me meto en la cama y tiemblo
apago la luz y tiemblo.

Porque todo
lo que ayer sucedió
es tinta que me escribe por dentro
llaman a la puerta y tiemblo
voy por las calles y tiemblo
cambia el semáforo y tiemblo
suenan canciones y tiemblo
llamo ascensores y tiemblo
me miran las fotos y tiemblo.

Porque nunca nada
se nos va del todo
porque hoy no es camino
sino estela de otro tiempo
sigo temblando mientras escribo
sigo escribiendo mientras tiemblo
sigo ayer entre tanto mañana
y te sigo buscando cuando no te encuentro.

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