Tan brillante y sinuoso,
de una rigidez calculada en base
a las propiedades del material
con el que está compuesto,
antítesis de las rejas del mundo,
es un alambre que une.

No se sabe lo que mantuvo unido:
cartas de amor, facturas,
fotos o apuntes que nunca tomamos
aquellas tardes de abril cuando el tiempo
paseaba descalzo sobre la hierba.

El mecanismo del clip es sencillo,
tácito, sosegado,
por más que haya gente que lo pervierta
fabricando corazones metálicos
que no laten
o una larga cadena de colores
que esclaviza.

O para intentar abrir cerraduras
sin la llave correcta.

Porque se trata de unir suavemente
los cuerpos que se acercan,
yo nunca quise intentar nada de eso.

Aunque si alguien cree que alguna vez lo hice
déjame recordarle
que hay veces que queriendo
suceden algunas cosas sin querer.