Cuando me preguntan por el asunto este de enseñar por competencias, siempre respondo la misma tarandilla que me tuve que aprender para ponerla en las programaciones: «lograr que nuestros estudiantes sean capaces de llevar el conocimiento a la realidad que les rodea, que aprendan de manera práctica los propios contenidos teóricos que les corresponda en todas las áreas».
Claro, así dicho suena divinamente, no se puede negar, pero no hay quien se trague el sapo y a mí, hablar de competencias más allá de lo justo para cubrir el expediente, la verdad es que se me hace bola.
Así que cuando insisten, se lo traduzco a lenguaje más natural y más realista: educar por competencias consiste en creer que si le das un clip a un niño y usas las metodologías más modernas, conseguirás que haga lo mismo que MacGyver. Y si no sabes quién es ese tal MacGyver, por favor, déjame un comentario en el que me cuentes en qué clase de cueva has estado viviendo hasta hoy. Siento curiosidad.
Quizá sea mejor abordarlo desde otra perspectiva: lo que este americanito de pelis molonas sabe hacer con un tornillo oxidado… ¿lo aprendió en la escuela, instituto o universidad? ¿Se lo enseñó alguien, digo alguien concreto, con nombre y apellidos americanos (o chinos)? ¿Lo descubrió él solo, por su cuenta, a base de destrozar muelles de bolis de botoncico o comprando azufre en una droguería diciendo que era para que los perros de los vecinos no se mearan en su puerta?
No sé, no parece que haya quedado demasiado claro lo que quiero decir. Se ve que a mi no me educaron por competencias, y esa es una mancha indeleble que tendré que arrastrar toda la vida. Casi es mejor que nos quedemos con lo del rubiales y el clip, no sin antes desvelar lo que todo el mundo sabe: que todos los clips del mundo están en Alemania. O en China, o en Estados Unidos, o en Taiwan… Vamos, que están fuera de España.
Aunque podría intentar un tercer enfoque, que no se diga que no lo intento. A ver… ¿Conoces a algún o alguna incompetente? ¡Claro que sí, qué pregunta! Unos manejan divinamente la incompetencia de joder por joder, otros la incompetencia de hablar por hablar y, los más peligrosos, dominan la incompetencia de inventar leyes educativas cuando se aburren de tanto rascarse las partes más sensibles. Y con este último sintagma —¡olé mi competencia lingüística!— se me viene a la mente el anuncio aquel que preguntaba «¿a qué huelen las nubes?«.
En fin, lo que quería decir, después de tanta palabrería, es que no sé qué es educar por competencias. Ni lo sé yo, ni lo sabe nadie: espero que algún día aborden el asunto en el programa de Iker Jiménez, para salir de dudas.
Lo que sí que sé es que, cuando te encuentres delante de una persona incompetente, por dios, por dios, por dios… no se te ocurra darle un clip.
PD: Me asustan las competencias. Porque la competencia siempre tiene las de ganar. Porque siempre pierdo, incluso cuando compito conmigo mismo.
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