La hora de llevar a cabo el atraco planeado,
la de diseñar desfalcos desde el gabinete,
cuando la chica me hizo salir por la ventana.
La hora de las visitas a sexo descubierto,
cuando sólo se puede volver de alguna parte,
el momento de prender la mecha del incendio.
Cuando los vecinos acechan pidiendo harina,
el instante de apretar el gatillo cargado,
la hora registrada en el móvil de los infieles.
El minuto de firmar el despido,
la sentencia de muerte,
de cerrar el balcón ante los gritos,
la hora de hacerse el sordo ante las súplicas.
Todas las horas son exactamente culpables,
siempre hay un delito al filo del reloj adecuado,
todas las horas son culpables cíclicamente,
así que ven conmigo a cualquier hora
que ninguna postura
de las manecillas es inocente,
tomemos nosotros la que más nos apetezca
en cada momento posible, a todas las horas,
para renunciar a ser presuntos delincuentes
y pagar con gusto el precio que nos corresponda.
Opinión sobre la pornografía
No hay nada sagrado para aquellos que piensan.
Es insolente llamar a las cosas por su nombre,
los viciosos análisis, las síntesis lascivas,
la persecución salvaje y perversa de un hecho desnudo,
el manoseo obsceno de delicados temas,
los roces al expresar opiniones; música celestial en sus oídos.A plena luz del día o al amparo de la noche
unen en parejas, triángulos y círculos.Aquí cualquiera puede ser el sexo y la edad de los que juegan.
Les brillan los ojos, les arden las mejillas.
El amigo corrompe al amigo.
Degeneradas hijas pervierten a su padre.
Un hermano chulea a su hermana menor.
Otros son los frutos que desean
del prohibido árbol del conocimiento,
y no las rosadas nalgas de las revistas ilustradas,
pornografía esa tan ingenua en el fondo.Les divierten libros que no están ilustrados.
Sólo son más amenos por frases especiales
marcadas con la uña o con un lápiz.(Wislawa Szymborska, Gente en el puente, 1986, v. de Abel A. Murcia)
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