Presiento una primavera rellena
con anchos campos de trigo.
Con mares que despiertan del letargo
moviéndose lentamente,
como mecidos por vientos
que han tardado en volver.
Tengo pálpitos consecutivos
que me anuncian selvas fosforescentes,
árboles recién nacidos y frescos,
sangre perturbada por la menta y por los lirios
que aún quedan pendientes de florecer.
Busco ahora con más ahínco,
con un ansia inagotable,
como si la espuma me rebasara
los filos redondos del vaso.
Como si tuviera conmigo el mapa preciso
de un ingrávido viaje
hacia las manos en que se disuelven
las materias graves
y los tiempos perdidos.
Pero, más que nada, siento
que ya no chirría ningún engranaje.
Y que me está llegando, cierto, incesante,
un abril reluciente y enorme
desde el panorama de un mar de ojos verdes
que se divisa, ya, sobre el horizonte.
Deja una respuesta