Yo no quiero abrazar peluches
a lágrima viva,
ni llorar en los cajones del olvido
la casualidad de los encendedores.

No quiero encerrar entre las páginas de un libro
ni fotos, ni tarjetas, ni mechones,
ni otra cosa que no sean palabras
dichas al oído.

No quiero regalos de recuerdo
ni envoltorios brillantes conteniendo
una hermosa y triste despedida.

Prefiero quedarme vacío y sin nada
como vago y estéril recuerdo,
como justo castigo a la cobardía
de perder esta nada que lo es todo
y que me tiene tan atento
al tiempo y a la vida.