Duermo mal. Y es que hay cosas que si no
se aprenden en la infancia
resulta muy difícil hacerlas bien.

Yo supongo que sueño
como todo el mundo, según la ciencia,
pero jamás he recordado nada,
después, al despertarme.

No es sólo que desee
poder asombrar a propios y extraños
contando en voz muy baja
y con todo lujo de detalles
un pasaje febril, un tormentoso
episodio, una caída interminable
o algún unicornio de los de Silvio.

Sino que, esta es la gran perplejidad
que me violenta, y mucho más después
de algunas ausencias sobrevenidas
en los últimos tiempos,
dormir sin tener sueños
se parece demasiado a una muerte.

He preferido siempre
acercarme a la noche con los ojos
intensamente abiertos
inventando recortes de otra vida
que, aunque solo suceda en mi interior,
es absolutamente verdadera.

Porque todos los sueños me sorprenden
plenamente despierto
siempre creí en el insomnio
como creo en la mecánica del freno
cuando derraman rojo los semáforos.

Duermo mal y nunca recuerdo nada,
no puedo darte detalles, lo siento,
si acaso, citar unos cuantos poemas,
suspirar levemente
cuando me visto para hacer la compra
o mientras cuento sílabas.

Supongo que sueño

Duermo mal. Hay cosas
que si no se aprenden en la infancia,
luego nunca se hacen bien.

En esos ratos de duermevela,
como un fogonazo de esperanza,
descarrilan los trenes de la memoria
y el azar enfunda su machete.

Supongo que sueño, pero jamás
he conseguido recordar una historia.

Lo peor es que nunca puedo
conmover hacia el misterio
a quienes escucharían con gusto de mi boca
un pasaje febril, una caída,
un tormentoso episodio,
una lujuria familiar.

Pero es en ese momento, despierto,
con los ojos cerrados a la oscuridad
y atravesado por los ruidos de la noche,
cuando simulo el artificio de otra vida,
que no me vive más que por dentro
y que pugna por salir.

Me fabrico mis sueños a medida,
sueños que no podría contar
en ningún auditorio, por el pudor
que me produciría saber lo que significa
cada fotograma y, al mismo tiempo,
hacerte creer que no.

Para mentirte prefiero mil veces
el día a día, el trabajo, la sombra
de todas aquellas palabras que me dices,
esos silencios espesos que otorgan
o este hálito sutil de la poesía.

Miento mal. Sueño mal.

Hay cosas
que si no se aprenden en la infancia,
luego nunca se pueden aprender.

(Versión anterior)