Hablo de la suavidad que me crece
cuando todo se funde,
del calor que difunden las palabras,
de las persianas que apenas confunden
la plena luz del sol.
Hablo de una décima, de un segundo,
del dolor de relojes
tras el mecanismo de un parpadeo.
Hablo de tu perfume en carne viva,
del corazón desarmado y desnudo,
del latido que escapa en un suspiro.
Hablo de las lágrimas que caen sordas
y la sal que destila el desencanto.
Hablo de la ceguera
de los dedos de tinta,
de la rozadura que va dejando
su caligrafía ambigua
en el lienzo imprevisto de una piel.
Hablo de los sueños horizontales,
de las dudas oblicuas,
hablo de la mentira vertical
y la ondulación de las memorias,
del silencio encendido en el tumulto,
del movimiento atado a la quietud,
de la esperanza tendida al sol.
Hablo de rellenar
este espantoso hueco de mí mismo
que amanece después del breve espacio
en el que estás.
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