Remover encuentros en el sigilo,
dejar vagar intrusos por la costumbre,
trenzar precipicios en la memoria
a los que nunca asomarse,
cambiar la brújula de norte, empaquetar
los vientos de la rosa,
diluir el brillo en la rutina
y despojar de límites la mansedumbre.

Esta avidez pegajosa del olvido
a la que uno pide auxilio en la tormenta,
este código inhóspito de destrucción de los recuerdos,
esta energía derrochada en adquirir salvoconductos
y pagarlos con metralla,
este escorpión rodeado por el fuego
que es la memoria cuando estalla
y esta cólera de los adioses,
sólo son sahumerios baldíos:
humo sin magia, sólo humo.

Porque tú y yo,
humo más uno,
jamás podremos
volver a ser dos
completos desconocidos.