Está mi anverso recóndito
entre cuchillas de pájaro
y gotas de silencio.

Si supiera estirar mis vísceras
hasta el borde del campanario
y exprimir la ansiedad de suelo
que me corre por las pesadillas,
podría habitar hormigas,
volar candados, atornillar flores
de pétalos impares
a la pata de una silla.

Si supiera darte un pista,
dibujarle señales de humo
a este cielo blanco raso
en el que te deslizas sin mostrarte,
tal vez tendríamos la oportunidad única
de habitar juntos un poema.

Y si acaso no entiendes mi anverso
cuando apenas consigo expresar lo que siento
mientras ardo en cada palabra escrita,

léeme en voz alta, ódiame despacio,
abrázame fuerte.