¿Crees que alguien feliz
debe, puede, sabe coger teclados
y escribir cartas de amor? ¿O más bien
debería dedicarse a repasar
muy cuidadosamente
la fina línea vertical de esos labios
que le están sonríendo desde la cama?
Como un aceite que escurre viscoso
sobre la piel tendida que se desea
y la empapa despacio, hacia el origen;
como mano que aparta
cabellos del hombro en el que se quiere
apoyar una vida,
como un gemido que casi no tiene
que tocar el aire para pasar
de una boca
a otra igual de expectante,
no,
nunca,
jamás redactaré
cartas de amor tan hermosas
como esas que se escriben
sin usar ni una mínima palabra.
De hecho, las cartas de amor no existen.
Todas esas que pueden parecerlo
y que suelen dejar un sabor dulce
sobre los ávidos ojos lectores
que las camuflan luego
entre las páginas de cierto libro
anónimo, no son cartas de amor,
sino cartas de ausencia
que, luego o más tarde, según el caso,
nadie recordará.
Comunmente es así
El amor le es dado a cualquiera
pero…entre el empleo,
el dinero y demás,
día tras día,
endurece el subsuelo del corazón.Sobre el corazón llevamos el cuerpo,
sobre el cuerpo la camisa,
pero esto es poco.Sólo el idiota,
se pone los puños,
y el pecho lo cubre de almidón.De viejos se arrepienten.
La mujer se maquilla.
El hombre hace ejercicios con sistema Müller,
pero ya es tarde.La piel multiplica sus arrugas.
El amor florece,
florece,
y después se deshoja.(Vladimir Maiacovski)