Contemplación del dolor
Su gran dolor de madre era visible
a través de las gafas empañadas:
un soplo de fatiga en esos ojos
distantes, infinitos, desarmados.
Al lado, su marido, muy nervioso,
trataba de mirarla y sujetarla;
silenciosos testigos esparcidos
exhalaban el vaho del horror.
La niña, sobre el suelo, degollada,
era un canal de doce cicatrices,
un animal sin piel, desnudo y rojo,
una belleza horriblemente dulce.
La madre se acercó como volando,
despavorida, con las alas altas,
se quitó su camisa blanca y leve,
y envolvió las caderas de la niña.
El asesino, con gafas de sol,
desde el otro lado del patio, la miraba.
Isla Correyero (1957, Cáceres, España); Mi bien. Ed. Visor, 2018
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