Aprendiendo a leer el pasado y el futuro en las líneas de un poema

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La poesía no ha caído en desgracia

La poesía no ha caído en desgracia

Rumbo a Lesbos se va poniendo el sol
dice Mestre, el poeta. Penoso es que el presente reconozca
en sí mismo futuros motivos de elegía,
que se sepa exaltado de otra temperatura
por breves horas sólo. Pero basta un periplo,
basta un itinerario. Si acude la memoria -su garfio de palabras-
no importará la muerte, la no prolongación.
No importará la muerte. Rumbo a Lesbos
se iba poniendo el sol; en la cubierta,
un abrazo, su libro contra el viento, algo de hybris,
la silueta de Sunion, los flashes desde el mar,
la isla de Patroclo. Que se apaguen, espléndidos,
rumbo a Lesbos los soles.
Al presente voraz basta con arañarle
una noche, esa noche, antídoto de orgullo
contra toda la muerte.

Aurora Luque (1962, Almería, España), Camaradas de Ícaro, Ed. Visor, 2003 (I Premio Fray Luis de León)

Niño y sombras 10

Niño y sombras. 10

El miedo es amarillo,
y la muerte ese cielo
que a todos nos confunde.
Como una luz lejana
que no queremos ver
está al fin de nosotros
y la vamos siguiendo
en el múltiple juego
de las horas inciertas.
Final, o estrella fija,
y dintel de la nada.
Yo sé que el frío es blanco
y el miedo es amarillo.

Concha Méndez (1898-1986, España), Niño y sombras, Ediciones Héroe, 1936

Gaza

Gaza

Has visto el campo cubierto de amapolas.
Has visto los olivos y su verde fruto.
Has visto las abejas danzar sobre los higos.
Has visto caer las bombas.
Como un granizo que rompe.
¿Has visto?
En la misma tierra en que nacen las flores
los niños se entierran.

Jorge Ortiz Robla (1980, Las Palmas de Gran Canaria, España); Resiliencia, Lastura Ediciones, 2019

La otra orilla

La otra orilla

Algún día, cuando el aire pese como tierra sedienta sobre los cuerpos desnudos,
tal vez alcance a ser la voz de aquel peregrino que enmudeció o el agua que,
gota a gota, resbala por su pecho. Él nunca estuvo en la otra orilla pues sabe
que allí los dioses duermen en el polvo. Y sabe que cuando un hombre por azar
se duerme en la otra orilla -ese lugar que siempre ocupó la mirada-
ellos se despiertan y se contemplan en él. Si ese hombre, entonces, se despierta,
se convierte en espejo y estalla con el sol.

(Chantal Maillard de «La otra orilla» 1990)

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