La culpa de Eva

Dedicada a las mujeres
al desgaste necesario de sus bisagras

A las que con sus fregonas pintan los aviones.
Con su sonrisa paren hijos
y a las que quemaron sus ovarios.
Mujeres que con sus brazos
son las hélices del transoceánico.

Alas centenarias.

Que cruzan tiralíneas en busca de la simiente
que alimente a sus hijos, padres, hermanos,
cambian las caras de sus monedas
y empeñan hasta los colmillos para seguir hacia delante.

A las que viajan en bicicleta
y aprenden un idioma en quince días.

A las abuelas-madres.

A las que amordazaron
y hoy hablo yo por ellas.

A las uniformadas y acabaron mutiladas
con las piernas ortopédicas del destierro.

A las que disfrazan el llanto con eyerliner
y van a la escuela de recoger naranjas.

A las mujeres que viven solas en mecedoras
esperando la nueva subida de la luz.

A la mujer que exalta su sexualidad
y es escarnio público.

A la que inventó la tortilla y sacó a la pareja
borracho por enésima vez.

A la que descansa ya de una puta vez
debajo de las piedras
y no puede levantarse.

A una generación de mariposas que habita
detrás del escaparate
sin seguridad social.

A los hombres que son mujeres
y a las mujeres que son hombres.

Alas centenarias.

Lluïsa Lladó (1971, Mallorca, España); Azul·lejos, Parnass Ediciones, 2013