Valentía

Ella no se rendía.
Nunca se hubiera rendido tan temprano.
Albergaba su pecho
la jubilosa fuerza
que algunos pájaros transportan en sus ojos.
Caminaba
dejándonos su huella sobre un fango
con el que amenaza la muerte
asesinar nuestras propias ilusiones.
 Cierto que sentía miedo
a la enfermedad y a la tristeza.
¿Quién no lo tiene nunca?
Ponía flores
en el centro de la mesa y devoraba,
con feroz apetito,
la deslumbrante primavera.
 Luchó hasta el final
como los soldados más intrépidos.
No claudicó ante la amargura
ni proclamó como propia
la bandera del desánimo.
 Fue hermosa y fue valiente.
Tuvo el hermoso don de la batalla.

Mª Luisa Mora (1959, Toledo, España), El don de la batalla, Ed. Vitruvio, 2011. (Premio Nacional de Poesía «Ciega del Manzanares» 2011)