Aprendiendo a leer el pasado y el futuro en las líneas de un poema

Trinidad Gan

Veneno

Veneno

Anoto a tientas signos.
Hago caligrafías para el fuego
que guarden lo que sirve a mi propósito.

Y me diréis: ha escrito otro poema.

Pero hay en esta página
una línea de sangre.

Aunque no sea para ti, lector,
más que un verso tan solo,
puedes poner tus labios
en su borde impregnado de cicuta,
lamer una tras otra estas palabras.

Verás cómo se vuelven en tu boca
agua con cieno, piedras de un derribo,
pequeños alacranes que abandonan
su raíz y su incendio en tu memoria.

Trinidad Gan (1960, Granada, España); Ed. Visor, 2018.

Materia orgánica

Materia orgánica

Cayeron por el suelo pedazos del espejo.
Aquel cristal de cuerpo entero y frágil,
mal apoyado en las paredes
de los cuartos oscuros,
que se quebró al grito de las horas.
En el agua ya quieta de sus gotas de plata
veo flotar casas y libros,
una cuna crecida hasta ser árbol,
los amigos ausentes y los cuerpos,
la risa, la locura, las traiciones,
el amor y sus barcos naufragados.

Venciendo el mal augurio,
con gran cuidado, tomo lo que brilla.
Afilo los fragmentos rotos.
Con ellos hago flechas
para el carcaj del tiempo,
señuelos, armas, lazos
con que cazar la vida que vendrá.

El resto, hecho trizas, bien cerrado
lo bajaré esta noche en una bolsa.

Trinidad Gan (1960, Granada, España); Papel ceniza, Valparaíso ediciones, 2014

Habitación vacía

Habitación vacía

¿Alguien podrá verme, ahora, bajo el agua?
Oigo un murmullo que sale de los estantes. No un sonido de voces sino más bien un rumor como de fuente que salpicara tras las baldas.
 Abro un libro y gotean letras.
Del canto de los diccionarios brota un torrente de palabras disueltas. Mayúsculas y minúsculas, interrogaciones, tildes y vocales  se enganchan a mi ropa y van cayendo después hasta acabar formando un charco de signos sobre el suelo.
 Me empeño en recoger estos trazos negros enmarañados,
me empeño en distinguir una línea de otra línea,
me empeño en colocarlas con cuidado sobre el papel, como si fueran las piezas  numeradas de un mecano y creyera que han de levantar sobre la página la maqueta precisa del mundo.
Pero cuando escribo no hago sino anotar mi propia transparente telaraña, una ilegible red de espirales vacías, agua de alcantarilla.
Mis manos son de agua y, cuando trato de escribir con ellas, las páginas quedan en blanco.
 ¿Alguien podrá verme, ahora, bajo el agua?

Trinidad Gan (1960, Granada, España); Papel ceniza, Valparaíso ediciones, 2014

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