Aprendiendo a leer el pasado y el futuro en las líneas de un poema

miedo (Página 1 de 2)

Mi nacimiento o nacimiento

Mi nacimiento o Nacimiento

La tierra no me sirve de soporte.
No me basta con el cuerpo que da vida.
Las pezuñas del mamífero se agarran
al lugar ilimitado, al cuerpo de la tragedia.
La tierra no me sirve como círculo.
Hilo las raíces que me atan únicamente a mi condena.
Sueño con un ánfora que no me obligue
a derramarme ciegamente, con un embrión
que me otorgue el don del nacimiento.
Más allá del elemento creador,
el mar es mi verdugo
y mi carne un signo en el que clavar puñales.
Algunas noches, doblegada por el miedo,
dejo a los salvajes devorar los restos del naufragio.
Luego, abandono a la criatura
sola,
enroscada en la jauría,
y erijo un altar en el que mi cuerpo se sostiene como muerte.

Ángela Álvarez Sáez (1981, Madrid, España); La columna rota, Huerga y Fierro Editores, 2016

Niño y sombras 10

Niño y sombras. 10

El miedo es amarillo,
y la muerte ese cielo
que a todos nos confunde.
Como una luz lejana
que no queremos ver
está al fin de nosotros
y la vamos siguiendo
en el múltiple juego
de las horas inciertas.
Final, o estrella fija,
y dintel de la nada.
Yo sé que el frío es blanco
y el miedo es amarillo.

Concha Méndez (1898-1986, España), Niño y sombras, Ediciones Héroe, 1936

Canción de despedida

Canción de despedida

A Ricardo Zamorano

Píntame un cuadro.
Busca en el ritmo de tus colores,
en lo más sabio, en lo más hondo,
el tiempo mío que ya no es mío.
Se llama olvido.
Detén la noche,
su perfil mudo, sus crueles pájaros.
Detén sus alas. Detén el miedo,
el que me busca, el que me cerca.
Se llama augurio.
Detén la rosa
que aún finge aromas entre mis manos.
Detén su argucia. Déjame sólo
el clavo oscuro de la palabra.
Se llama fuego.
Píntame un cuadro.
Un mar al fondo. Temblor de espumas.
La rota efigie de aquellos sueños
(los que tenía cuando soñaba.)
Se llaman llanto.
Pinta un camino.
Detén el frío de los relojes.
Detén su paso. Tengo que irme
y no sé por dónde. Pinta un camino.
Se llama huida.
Pinta señales.
Que no se pierdan mis descalzos.
Mis pies que sangran. Es noche casi.
Pinta un camino que me conduzca
a mi destino.
Se llama nada.

Angelina Gatell (1926-2017, Barcelona, España); La oscura voz del cisne, Bartleby editores, 2015

Poema

Poema

Y ahora, abundante de ensueños y de grises,
con esa eterna impotencia que no limpia el lenguaje,
el miedo que se hace palabra para no ser miedo,
todo lo que enciende luces y no se nombra por si muere,
el resquicio de libertad que terco asoma;
brazo roto, abril marchito, luna falsa,
también falso el dolor que se vuelve costumbre;
los labios en dudosas fuentes,
los ojos todavía sedientos de estrellas, calandrias, mitos
y otras delgadas inutilidades que los dioses derraman,
la sonrisa en ayuno para que no traicione
y una mentirosa amnesia de rechazos y deseos;
con ruiseñores y congojas,
o sea con nada, sólo con uno mismo dentro y fuera,
dispuesto a que cada cosa recupere su alcurnia,
su medida y su precio,
se emprende la huida adonde aún no ha llegado el futuro.

Ana María Navales (1942, Zaragoza, España), extraído de Mujeres de carne y verso. Antología poética femenina en lengua española del siglo XX, Ed. La esfera literaria. 2002

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