Irene mira por primera vez la lluvia
Tiene el cielo un aspecto de libro encuadernado
como de piel oscura y sombra pensativa.
Tú no puedes saberlo.
Ni siquiera conoces todavía
su resplandor nostálgico
de laguna que cruza por medio de la tarde
llena de ojos inquietos, cofres y nadadores.
Porque cualquier mirada necesita
todo lo que duerme detrás de una pupila.
Deja pasar mil noches:
que tu ciudad se tienda con el gesto
gris de las alamedas,
que el suelo de tu casa parezca interminable,
movedizo, igual que los desiertos,
y que tu corazón, sombra partida
por el cristal de la ventana,
sepa cómo discurre la humedad
de una presencia extraña.
Camino de los nombres y los días
es una ley de tribu
que la lluvia se viva en primera persona
con un dejo de alma trabajada
y que el mundo respalde
su dudoso prestigio
en tu pequeño corazón sin mundo.
Lo repiten mil veces los libros de poesía.
Vive y sueña despierta
el difícil derecho que tendrán tus deseos
a reclamarte tiempo, a pensar por sí mismos.
Luis García Montero (1958, Granada, España); Las flores del frío, Ed. Hiperión, 1991.
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