Bambalinas

Conocen el color de tus ojos,
habrá quien se atreva a decir que te ha visto llorar
como quien cuenta que ha visto una nube
con forma de dragón o un accidente
en la carretera camino del trabajo.

Saben con certeza de qué color es tu voz
y me consuela:
de ti solo podrán tener tu aire que ya no existe, que
ya es eco,
un recuerdo
que viene y va como el verano.

Te ven bailar entre dientes llenos
de colores.
Aquel sabe de sobra cómo continuar tu trazo, aquella
no desconoce el puñal afilado de tu garganta, aquellos
aplauden tu presencia como el que celebra una fiesta
que aún no ha comenzado.

Ignorantes, aves sin alas, pequeños
trozos de palabras que buscan rima en la arena de
una playa abarrotada…

Yo sigo aquí después de tu risa,
encuentro tu razón cuando tú pierdes todo lo demás
y amo todo lo que está de menos.
Yo abro las ventanas cuando lloras y procuro que atardezca
solo para volver a tus lágrimas fuego
-recuérdalo: es el paisaje el que te mira a ti-.

Yo llevo en la boca tu calma
y sé sonreír sin peso en los hombros porque la música
no es más que
tu voz llevando el tempo.

Yo te he visto caer en el suelo derrotada como una flor
marchita a punto de ver partirse el cielo en dos mitades
siempre distintas.

Yo te he escuchado preguntándote por qué la vida
es a veces todo lo contrario a su nombre,
tus manos murmurando algo de un alto al fuego,
tus pies
hiriendo los relojes para que no pasen las horas
que te mantienen lejos de tus árboles.

Yo, en un abrazo infinito de suerte,
te he visto quedarte después de las pesadillas.

Yo he dormido contigo entre bastidores, he limpiado
tus ojos negros, tus labios rojos, te he quitado la piel
que te envuelve las noches de gala y he lamido tu piel
sin perfumar.

Ellos solo te aprenden.

Yo
te

virgen
y
en
bruto.

Elvira Sastre (1991, Segovia, España; Ya nadie baila, Valparaíso Ediciones, 2015