Aprendiendo a leer el pasado y el futuro en las líneas de un poema

marzo2024 (Página 1 de 6)

Espera

Espera: deja callada tu línea.
He de leer.
Duerme el silencio, deja en libertad
esos dos pequeños cordones bailarines;
que he de descifrar
y nombrar
y atraer sin demora
la figura que me ha sido reclamada.

Nada de vosotros sé.
O quizá sí, un silencio blanco,
redondo,
mudo.
Un sol sobre un fondo de ciruelas silvestres
Nada más allá de vuestra ocultación tenaz.

En relicario denso permanecéis apartados,
colgáis
entre dos franjas,
alejados de toda sujeción.

Bañada por la calma
voy alargando los dedos,
alargando algo más que, aunque sé, no conozco,
desde un mundo lejano y circundante,
queriendo entrar en la caverna que os da lecho;
donde habéis crecido cobijados.

Y ahora dormidos estáis,
pero hasta cuándo.
Cómo ha de ser el regreso.
Qué os ha de volver a la vida.

La contestación guardáis
con terquedad rencorosa.
Nada de mí os ha herido.
¿Cuál será entonces la razón del resentimiento?
También, como el vuestro, mi milagro es frágil,
regalado tan sin mérito como el que poseéis
no como el que conseguiréis de nuevo.

La cúpula otra vez enviará sus canciones,
sus mandatos nítidos y audibles
que no debéis desechar.
Y arriba y abajo volveréis lentamente;
lentos,
hasta que la palabra salte como un pez en la arena.

Margarita Arroyo (1947, León, España), Reducido a palabras, Ed. Torremozas, 1983

La lluvia de las cosas

La lluvia de las cosas

Ven a mi mano a ver
—travesía de helechos y de juncos—
cómo cae la lluvia sobre el pasado,
así,
tan levemente hermosa,
con tanta suavidad como solo el recuerdo
es capaz de imprimir en sus labios de niebla.

Pilar Blanco (1959, León, España); Agua que fluye y sueña; Institució Alfons el Magnànim, 2013.

Campos de tierra

Campos de tierra

Esto es Castilla,
mi cuerpo tan seco,
esta carne prieta y dura como alpaca,
levantada por leves lomas, colinas
modestas, algún apacible remanso.
Esto es Castilla,
los ojos oscuros color de barro,
la piel y las trenzas recias, pardas.

Vengo de la tierra del pan y del vino,
donde otros antes que yo
escondieron la cebada
que no saciaría su hambre ni su sed.
Soy nieta de emigrantes, carbón humano,
las entrañas unidas con alambre,
mujeres y hombres ceñidos de esparto
y entregados al delito del trabajo
manual. Ellos me levantaron el alma
con golpes de azada que aún retumban
en el amor áspero y tierno que me puebla
los surcos de las severas costillas.
En frágiles pasos de albarcas me han traído
para que un día yo soltara
las hoces de la siega, la esteva del arado
y cantara estos poemas;
me han colmado la boca de trigales,
me han confiado toda la luz,
la digna primavera de la maleza.

Soy de un hogar que se seca y se adhiere
como costra en los codos de la tez morena.
Soy de un hogar compacto hasta la grieta,
donde el roble solo sangra si lo partes.

Ay del agua oculta —dentro siempre dentro—
en nuestro pecho, quién oirá este canto
de labranza que cargo en las espaldas,
quién este ruido de savia entre los huesos.

Esto es Castilla,
y todos los árboles
que me brotan en hilera
señalan que debajo
fluye un río.

Maribel Andrés Llamero (1984, Salamanca, España); Autobús de Fermoselle, Ed. Hiperión, 2019 (Galardonado ex-aequo con el XXXIV Premio Hiperión de Poesía 2019).

Pedimos perdón

Pedimos perdón por los mares que no hemos descubierto, por los libros que no hemos leído, por las flores que no hemos observado.
Pedimos perdón por las sopas que no hemos calentado, por las despensas que no hemos repintado, por los cabellos que no hemos peinado.
Pedimos perdón por las mesas que no hemos ocupado, por las conversaciones en las que no hemos intervenido, por la historia en la que no hemos aparecido.
Pedimos perdón por nuestra ausencia en los asuntos importantes y por nuestra falta en los sucesos y por nuestra desaparición en los homenajes.
Pedimos perdón por los vestidos que hemos dejado de vestir y por las personas que hemos dejado de admirar.
Pedimos perdón por no haber medido el viento, no haber contado los granos de trigo, no haber memorizado la historia y no haber hecho inventario del vacío en ningún almacén.
Pero si no hiciéramos surf, ¿quién haría nada con la energía sin materia?
Hemos estado tan absortas atando cordones a las olas.
Pedimos perdón por no tener otra ocupación más práctica que bordar el filo del agua.
Pedimos perdón por no haber estudiado más palabras en los diccionarios para expresar mejor el estruendo de fondo.
Pedimos perdón pues es grave tanto vacío de acción.
Pero no pedimos perdón por lo que hemos hecho, por lo que sí hemos realizado.
Mejor estar en la orilla de los sucesos que en una tempestad que no nos corresponde.

Susana Barragués Sainz (1979, Bilbao, España); Surfing ecstasy, Ediciones Leteo, 2016

Canción del negro

Canción del negro

Yo nací negro y libre en África del Sur,
yo vivo negro y libre en la América del Norte.
Los blancos me quitaron la libertad
pero no pudieron contra mi piel,
yo sigo negro y libre en la América del Norte.

Mis abuelos del África del Sur
aún rizan el cabello de
mis hijos en el vientre de mi mujer.
Yo nací negro y libre en el África del Sur,
ahora soy un ciudadano norteamericano.

Tengo que seguir siendo fuerte, negro y libre
y nunca contar a mis hijos que sus amigos
son biznietos de los que me hicieron esclavo.

Gloria Fuertes, Historia de Gloria, 1980

Kilómetro

Kilómetro

En la radio suena…

Aprendiendo a vivir
a coger en marcha el autobús.
Aprendiendo a leer
en los ojos de la multitud.
Aprendiendo a vivir
amando contrarreloj.
Aprendiendo a seguir
el compás de la imaginación.

Aprendiendo a vivir
 Hay autobuses que parecen las salas de espera de un hospital,
igual que hay estaciones que están cansadas de ver llegar gente
que luego nunca se queda.

Creo que deberíamos preguntarles a los trenes qué es lo que sienten,
porque me he dado cuenta de que a ellos tampoco hay nadie que los espere,
lo único que quiere la gente
es llegar a su destino.

Hay gatos que (sobre)viven en la calle
que desearían no tener que soportar las oportunidades
que les otorgan sus siete vidas.

Drogas que no querían hacer daño,
sólo necesitaban alguien que las necesitara.

Hospitales que lloran por las noches
por ver morir a gente,
lo que ellos querían era salvarles.

Tartas de cumpleaños que ven las velas
como espadas que las atraviesan.

Cuchillos que no querían hacer herida,
sólo querían ser aquello que corta la soga
y acabaron en alguna espalda.

Cementerios con complejo de floristería.

Edificios que querían ser hogar
y acabaron siendo cárcel.

Cárceles que son hogar.

Medicinas que no se venden en farmacias
y curan más que cualquier pastilla.

Y espero que entiendas
que en ningún momento he hablado
ni de autobuses,
ni de trenes,
ni de gatos,
ni de drogas,
ni de hospitales,
ni de tartas de cumpleaños,
ni de cuchillos,
ni de cementerios,
ni de edificios,
ni de cárceles,
ni de medicinas.

                                                     He venido a hablaros de personas.

Loreto Sesma (1996, Zaragoza, España) 317 kilómetros y dos salidas de emergencia, Ed. Espasa, 2015

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