Autobús de mediodía

Podría fijar mis ojos en la mujer rubia
y los suyos, con sombra rosa y rímel,
me hablarían de la desdicha de un marido.
O podría enfocar la gran bolsa del negro
sentado detrás para reconocer la pobreza
y creer en la fuerza de unas manos.
O mirar al hombre que está enfrente,
y al único diente que le queda,
para saber de la marginalidad,
o sucumbir a los arrabales de la soledad.
O que mis ojos se reflejaran en la pantalla del móvil
de la madre del niño que no se calla,
o en los del hombre de barba y gorro de Coca Cola
a quien acaban de despedir
y en su llegada a casa verá los ojos de su mujer,
que no conocerán los míos.

Podría, no conociendo sus nombres,
conocer sus miradas y sentir su miedo,
pero también mis ojos son un candado oxidado
que todo calla.

Raquel Fernández (1993, Asturias, España); Libélula, Ed. Ediuno, 2013