Aprendiendo a leer el pasado y el futuro en las líneas de un poema

septiembre2024 (Página 1 de 5)

Cuéntamelo otra vez

Cuéntamelo otra vez

Cuéntamelo otra vez, es tan hermoso
que no me canso nunca de escucharlo.
Repíteme otra vez que la pareja
del cuento fue feliz hasta la muerte,
que ella no le fue infiel, que a él ni siquiera
se le ocurrió engañarla. Y no te olvides
de que, a pesar del tiempo y los problemas,
se seguían besando cada noche.
Cuéntamelo mil veces, por favor:
es la historia más bella que conozco.

Amalia Bautista (1962, Madrid, España), Cuéntamelo otra vez, Ed. La Veleta, 1999. Extraído de Poesía española. 1900-2010, Castalia Ediciones, 2012

Hueles a campo

Hueles a campo

Hueles a campo
dijiste
y con miedo pregunté
¿y oler a campo es bueno o malo?

¿pensaste en el estiércol o en las flores cuando me tocaste?
¿te pareció mi piel la dura piel de una vaca?
¿olía mi pelo a lluvia? ¿estaba oscuro y mojado como tierra oscura y mojada?
¿había arena bajo mis uñas?
¿te ortigué la mano sin pretenderlo? ¿fue mi caricia áspera?
¿era acaso mi cuerpo frío y escurridizo como las algas del río?
¿olía a rana o a hierbabuena? ¿a vertedero o a menta?
¿parecía que tuviera la boca llena de peces o de lana?
¿pensaste en mí como campo en verano o campo en invierno?
¿te parecieron mis ojos verdes, blancos o amarillos? ¿estaban secos o parecía que lloraban?
¿encontraste pajas en mi ropa de haberme revolcado por el suelo?
¿te diste cuenta de que de cualquier forma ser campo me gustaba?

Alba Flores Robla (Madrid, 1992, España); AZCA, Ediciones Venera, 2021.

Manos

Manos

Miras la palma abierta de tus manos.
¿Qué te dicen? ¿Realmente son tuyas?
¿No te interrogan al interrogarlas?
¿No te miran, extrañas, si las miras?
Mueves, mueven, un poco, tus, sus dedos
haciéndote no sabes qué señales,
como si pretendieran desvelar
sobre ti mismo algún oscuro enigma.
Hay en sus huellas más signos escritos
que en los libros del mundo. Te dan vértigo
sus trazos superpuestos, ese afán
por dar perfil a cosas imprecisas.
Qué tormentas calladas, qué relámpagos
quietos, qué seca lluvia, qué raíces
sin flor, qué blandas piedras, qué mirar
sin hondos ojos, qué simas sin simas.
¿Dónde te llevan? ¿Hacia qué lejano
tiempo de qué principio va tu mente?
¿A quién heriste, asesinaste, amaste
en qué otra piel? ¿De quién sois, manos mías?

Lorenzo Oliván (Castro-Urdiales, Cantabria, 1968) , Puntos de fuga  1996-2000

Voy a trabajar

Voy a trabajar, y todo está recién llovido.
Las fuentes, los semáforos se estrenan.
Hoy voy a trabajar y pienso
en la jornada de laboralidad que se avecina.
También en qué haré más tarde,
que necesito hacer algunas compras,
que debo telefonear, o que ha llovido…
A ti prefiero pensarte por las noches.
Te reservo un ángulo en la esfera,
te dilato y demoro todo el día,
porque después, ya sin ruidos
de taxis, ventas, mecanografía,
apareces nítido e intacto,
despejado de cansancio.

N.A. Grimaldi (1985, Madrid, España); Café con leche, por favor, Entrelíneas Editores, 2010

Accidentes nocturnos

Accidentes nocturnos

Palabras minuciosas, si te acuestas
te comunican sus preocupaciones.
Los árboles y el viento te argumentan
juntos diciéndote lo irrefutable
y hasta es posible que aparezca un grillo
que en medio del desvelo de tu noche
cante para indicarte tus errores.
Si cae un aguacero, va a decirte
cosas finas, que punzan y te dejan
el alma, ay, como un alfiletero.
Sólo abrirte a la música te salva:
ella, la necesaria, te remite
un poco menos árida a la almohada,
suave delfín dispuesto a acompañarte,
lejos de agobios y reconvenciones,
entre los raros mapas de la noche.
Juega a acertar las sílabas precisas
que suenen como notas, como gloria,
que acepte ella para que te acunen,
y suplan los destrozos de los días.

Ida Vitale (1923, Uruguay), Poesía reunida, Ed. Tusquets, 2017.

Los justos

Los justos

Un hombre que cultiva su jardín, como quería Voltaire.
El que agradece que en la tierra haya música.
El que descubre con placer una etimología.
Dos empleados que en un café del Sur juegan un silencioso ajedrez.
El ceramista que premedita un color y una forma.
Un tipógrafo que compone bien esta página, que tal vez no le agrada.
Una mujer y un hombre que leen los tercetos finales de cierto canto.
El que acaricia a un animal dormido.
El que justifica o quiere justificar un mal que le han hecho.
El que agradece que en la tierra haya Stevenson.
El que prefiere que los otros tengan razón.
Esas personas, que se ignoran, están salvando el mundo.

Jorge Luis Borges (1899, Argentina- 1986, Suiza); La cifra, Ed. Alianza, 1990

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