Poema único para leer luego

No me desahogo hoy (aunque resulte increíble en esta mi historia de poeta de exabruptos),
no frecuento el desagüe ni la guarida ni me asomo al taller de reparación de tiempos vencidos,
no escribo para recordarme el olvido imprescindible o planificar la venganza más hermosa,
no me leo para escupir ni vomitar ni rehuir el pegajoso olor de los abandonados sin remedio,
no me regodeo en la conspiración como alivio, en la emboscada más nocturna y devastadora,
no me abro en canal (no llamo ni a urgencias ni al forense ni al carnicero de confianza)
no invoco a Dios, no reniego, no me niego ni me ignoro,
no busco remakes ni me suicido ante el pelotón de palabras brutales y definitivas,
no me mato, no me intoxico, no me pierdo, no me bajoneo ni me humillo,
no me rasgo, no me duelo, no me suplico, no me insulto, no me dejo ir, no me someto,
no me compadezco hoy, no me animo ni me hundo, ni siquiera me pienso más de lo razonable,
no me tengo en cuenta, no me desgasto, no envejezco, no me rozo, no me idolatro, no me castigo,
simplemente escribo para recordarme que una vez
(cuando sea de nuevo necesario contar los muertos)
me merecí la esperanza de creer contra toda experiencia.

Esteban Beltrán Verdes (1961, Madrid, España); La jodida intensidad de vivir; Ed. Vaso Roto, 2018