Aprendiendo a leer el pasado y el futuro en las líneas de un poema

Francisco Pérez

Parecían buenas personas

Sirenas nadando en el limo
burbujeando en el anverso
de títeres de celofán movidos
por tendones de pollo desechados.

Al fondo del paisaje, borroso,
un hombre lanza discursos
sobre un perímetro acordonado
con laca de uñas.

Sube el volumen del llanto
de la mujer que tiembla bajo el cuchillo
y se le apagan los ojos desencajados
mientras sube al marcador otro gol de Ronaldo,
mientras se anuncia ácido hialurónico en la pancarta,
mientras alguien se enguaja los dientes
con un licor de hierbas.

El equipo forense toma café en una terraza
después de haber firmado la autopsia.

A los ojos redondos y entrevistados
de los vecinos,
todos los asesinos
siempre les parecían buenas personas.

Francisco Pérez (inédito)

El mundo sin palabras

El mundo sin palabras

Deshagamos las palabras hasta sacarles la médula
y arrojemos los desperdicios al olvido.
Quitémosles las letras, los acentos,
todo rastro de gramática
que se les haya quedado adherido.

Empecemos por aporrear los verbos,
pasemos a cuchillo los sustantivos,
para eliminar toda acción,
para que nada ni nadie tenga nombre.
Ni tú ni yo debemos
perdonar a los pronombres,
neguemos hasta la última persona del verbo vivo.
Destrocemos también los adjetivos,
las preposiciones, los nexos, todas las partículas.

Si las palabras están en un verso,
tirémoslo al suelo desde un piso alto
y disfrutemos del espectáculo
de verlo hacerse añicos y desparramarse
por el suelo.

Matemos siempre, nunca,
mientras, ya, todavía,
a toda la perversa cohorte de los adverbios
y enterrémolos muy profundamente
en mitad de un desierto.

Cuando ya nada quede, cuando sea imposible
imaginar ningún concepto,
en el momento en que nadie
pueda articular o escribir
signos que otro entienda,
cuando no acudan a mí, a nosotros,
las malditas palabras y se nos esfume la vida
en una sucesión de instantes
que no serán más que presente,
aún entonces, nos quedará una palabra.

Aunque, y esto es no es sencillo de explicar,
tampoco entonces sabremos cuál es
ni cómo llamarla.

Francisco Pérez (Granada, 1965)

Animales de compañía

Animales de compañía

Ellos no, nunca atacan,
tan solo se defienden.
Está en su naturaleza.

¡Uno los ama tanto!
Los acaricias, les mesas el pelo,
los abrazas a corazón abierto,
los metes en tu vida
y todo te lo cambian.

Ellos no lo hacen adrede,
no pueden evitar la genética
y cuando uno, que tanto los ama,
intenta, mansamente, con cariño,
que hagan lo que tú quieres,
cuando los cambias de sitio
o de costumbres,
te arañan sin saberlo,
te pican sin maldad,
te muerden sin intención.

Es por eso
que estas marcas moradas,
ya casi verdes, que andan dispersas
entre mis versos,
estas marcas como de dientes
horadadas en mis poemas
no son culpa suya.

¡Uno los ama tanto!
Ellos no lo hacen adrede.
Es que cuando intentas
que hagan lo que tú quieres,
cuando los cambias de sitio
o de costumbres,
los recuerdos arañan,
los sueños pican,
los desamores muerden.

Francisco Pérez

Mariposas de tinta

Mariposas de tinta

Todo poema es tiempo
y ulcera los minutos de su existencia
con una taimada secreción
de palabras medidas y desmedidas.

Discurre por los granos de arena
de un reloj atrapado en el papel,
que quedan esparcidos por el camino de vuelta,
intentando ocultarlo. Imposible
mirar al verso anterior y calibrar
el gozo o la ruina con la que fue desentrañado
de un vocabulario infectado por la memoria.

En cada escalón que se baja por el poema
hacia el infierno, más difícil es conservar
ese equilibrio imposible entre lo que se dice
y lo que se quiere decir,
entre lo que se lee
y lo que se quiere leer,
entre lo que se vive
y lo que se quiere vivir.

Y cuando llega al final
todo poema, algo, no sé,
una ceniza, un golpe de viento,
un leve temblor en el silencio…
otra mariposa de tinta que muere inútilmente,
solo para intentar a duras penas
resistir la catarata del olvido.

Francisco Pérez (Granada, 1965)

Vivir de memoria

Nada hay fuera de mi
y todo sucede cuando no sucede.

Ahora me sumerjo
en un mar ya lejano
y me roza una piel que no me roza
o me abraza un pecho que no me abraza.

Nada hay fuera de mi
y la voz que ahora no oigo
es la voz que siempre oigo
y que ya no me dice lo que me dice:

Que amamos de oído,
que soñamos al azar,
que vivimos de memoria.

Francisco Pérez (1965, Granada) Inédito.

Líneas

Y ya van 200 poemas publicados en este rincón en el que voy dejando
versos que me hubiera gustado haber escrito.

Si es que todo está escrito,
este párrafo ya no es el primero
sino el próximo,
la mancha de una tinta
envejeciendo
hasta convertirse ahora, todavía,
en su propio pasado.

Si es que todo está escrito,
esta palabra no es la última,
sino la anterior al espacio en blanco
que distingue
unos significados vacíos de otros,
que separa
mi sola respiración contenida
de un suspiro.

Y si es verdad que todo
está escrito y que las palabras tiemblan
rayando un porvenir en el agua,
dime qué lees en las líneas
de esta mano extendida
con la que te escribí todas las cosas
-ahora lo comprendo-
que nunca supe escribirte.

Francisco Pérez (Granada, 1965) Inédito

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