A 3 de junio de 2019

Algunas de mis compañeras
después de cargar
veinticuatro lavadoras industriales
llegan a casa
y preparan la comida para todos,
friegan los platos, limpian la cocina,
barren el salón y por fin se sientan
un poco
hasta que llegan los nietos,
les preparan el biberón
y juegan con ellos mientras
ponen la lavadora de casa
y ya no se vuelven a sentar
hasta que la dichosa centrifuga
y por fin pueden
tender la ropa e ir pensando
en preparar la cena y cambiarle
la arena al gato, suelen pasar
la noche en vela
y de golpe ya es de día
y vuelta a empezar, mujeres
que valen su peso en oro
pierden la salud
a dos duros la hora.

Begoña M. Rueda (1992, Jaén, 1992); Servicio de lavandería; Ed. Hiperión, 2021