Aprendiendo a leer el pasado y el futuro en las líneas de un poema

Ida Vitale (Página 1 de 2)

Accidentes nocturnos

Accidentes nocturnos

Palabras minuciosas, si te acuestas
te comunican sus preocupaciones.
Los árboles y el viento te argumentan
juntos diciéndote lo irrefutable
y hasta es posible que aparezca un grillo
que en medio del desvelo de tu noche
cante para indicarte tus errores.
Si cae un aguacero, va a decirte
cosas finas, que punzan y te dejan
el alma, ay, como un alfiletero.
Sólo abrirte a la música te salva:
ella, la necesaria, te remite
un poco menos árida a la almohada,
suave delfín dispuesto a acompañarte,
lejos de agobios y reconvenciones,
entre los raros mapas de la noche.
Juega a acertar las sílabas precisas
que suenen como notas, como gloria,
que acepte ella para que te acunen,
y suplan los destrozos de los días.

Ida Vitale (1923, Uruguay), Poesía reunida, Ed. Tusquets, 2017.

La palabra

La palabra

Expectantes palabras,
fabulosas en sí,
promesas de sentidos posibles,
airosas,
aéreas,
aireadas,
ariadnas.
Un breve error
las vuelve ornamentales.
Su indescriptible exactitud
nos borra.

Ida Vitale (1923, Uruguay), Sobrevida. Antología poética, Ed. Esdrújula, 2016

Misterios

Misterios

Alguien abre una puerta
y recibe el amor
en carne viva.
Alguien dormido a ciegas,
a sordas, a sabiendas,
encuentra entre su sueño,
centelleante,
un signo rastreado en vano
en la vigilia.
Entre desconocidas calles iba,
bajo cielos de luz inesperada.
Miró, vio el mar
y tuvo a quién mostrarlo.
Esperábamos algo:
y bajó la alegría,
como una escala prevenida.

Ida Vitale (1923, Uruguay), Poesía reunida, Ed. Tusquets, 2017.

Mi homenaje

Mi homenaje

Mi homenaje
al que plantó cada árbol
sin pensar, para siempre.
O acaso imaginando al desunido
que un día lo convoca,
lo celebra.

A lo que no obstante el mediodía,
se da en glorioso atardecer.
A todo lo que ocurre
sin ser más que eso: algo.
Al conductor del ómnibus,
cumplido, sonriente,
que levanta una tarde
con su simple saludo.
Al pájaro que pía.
A quien en su país desvencijado
ose decir su parecer riesgoso.
Al que en el valle
recuerda que hay montañas
y en una gota de agua,
olvidando la niebla,
tiembla ante la sequía
y el desierto ofrecido.

Al banco cuya húmeda madera
me acoge y me refresca,
mientras el tormentoso verano
no da tregua.
Al hueco que busca
colmarse pese al vértigo
y a la gaita que llama a soledades
desde un acantilado.
Al que se acuerda de mí.
Al que me olvida.

Ida Vitale (1923, Uruguay), Sobrevida. Antología poética, Ed. Esdrújula, 2016

Hojas naturales

Hojas naturales

… o el arraigo, escribir en un espacio idéntico
siempre, casa o desvío.
José M. Algaba

Arrastro por los cambios un lápiz,
una hoja, tan sólo de papel, que quisiera
como de árbol, vivaz y renaciente,
que destilase savia y no inútil tristeza
y no fragilidad, disoluciones;
una hoja que fuese alucinada, autónoma,
capaz de iluminarme, llevándome
al pasado por una ruta honesta: abiertas
las paredes cegadas y limpia
la historia verdadera de las pintarrajeadas
artimañas que triunfan.
Hoja y lápiz, para un oído limpio,
curioso y desconfiado.

Ida Vitale (1923, Uruguay), Poesía reunida, Ed. Tusquets, 2017.

Libro

Libro

Aunque nadie te busque ya, te busco.
Una frase fugaz y cobro glorias
de ayer para los días taciturnos,
en lengua de imprevistas profusiones.
Lengua que usa de un viento peregrino
para volar sobre quietudes muertas.
Viene de imaginaria estación dulce;
va hacia un inexorable tiempo solo.
Don que se ofrece entre glosadas voces,
para tantos equívoco, se obstina
en hundirse, honda raíz de palma,
convicto de entenderse con los pocos.

Ida Vitale (1923, Uruguay), Todo de pronto es nada, Ed. Universidad de Salamanca & Patrimonio Nacional, 2015

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