Epitafio para una muchacha
Porque te fue negado
el tiempo de la dicha
tu corazón descansa
tan ajeno a las rosas.
Tu sangre y carne fueron
tu vestido más rico
y la tierra no supo
lo firme de tu paso.
Aquí empieza tu siembra
y acaba juntamente
ꟷtal se entierra a un vencido
al final del combateꟷ,
donde el agua en noviembre
calará tu ternura
y el ladrido de un perro
tenga voz de presagio.
Quieta tu vida toda
al tacto de la muerte,
que a las semillas puede
y cercena los brotes,
te quedaste en capullo
sin abrir, y ya nunca
sabrás el estallido
floral de primavera.
Mª Victoria Atencia (1931, Málaga, España); Arte y parte (1961). Extraído de Una luz imprevista. Poesía completa; Ed. Cátedra, 2021.
Magnífico.