Érase una voz
En el contestador se recibían
mensajes anodinos,
después de publicar aquel anuncio
un tanto pretencioso por tu parte.
Querías encontrar al hombre libre,
culto, educado y tierno que soñabas,
a través del periódico
cuya sección de relaciones era
algo más que un muestrario de insumisos.
Pasaste varios días oyendo cosas como «soy fulano,
deseo conocerte, mi teléfono…»
estribillos calcados de los otros.
Y cuando ya notabas lo inservible
de aquella propaganda,
recogiste un mensaje diferente:
decía «soy Guillermo,
voy a conciertos, amo la lectura,
llámame cuando puedas…»
Todavía te sigues preguntando
por qué se le olvidó dejar su número.
María Sanz (1956, Sevilla, España); Tu lumbre ajena, Ed. Hiperión, 2001 (Premio Valencia de poesía)
Magnífico.