Aprendiendo a leer el pasado y el futuro en las líneas de un poema

amor (Página 3 de 25)

Poeta de guardia

Poeta de guardia

…¡Otra noche más! ¡Qué aburrimiento!
¡Si al menos alguien llamase llamara o llamaría!
… ¡La portera! que si su nieta pare,
y recordase que soy puericultora…
O un borracho de amor con delirium tremendo…
o alguna señorita de aborto provocado
o alguna prostituta con navaja en la ingle
o algún quinqui fugado…
o cualquier conocido que por fin decidiera suicidarse…
o conferencia internacional…
(esto sería una bomba –pacifista–).
O que la radio dijera finamente:
«¡La guerra del Vietnam ha terminado!»
«El porqué de estar solo ya se sabe.»
O «el cáncer descubierto».
Y nadie suena, o quema, o hiela o llama
en esta noche
en la que
como en casi todas,
soy poeta de guardia.

Gloria Fuertes (1917-1998, España), Poeta de guardia, Ed. El bardo, 1968

Amor mío…

Amor mío, amor mío, mira mi boca de vitriolo
y mi garganta de cicuta jónica,
mira la perdiz de ala rota que carece de casa y muere
por los desiertos de tomillo de Rimbaud,
mira los árboles como nervios crispados del día
llorando agua de guadaña.

Esto es lo que yo veo en la hora lisa de abril,
también en la capilla del espejo esto veo,
y no puedo pensar en las palomas que habitan la palabra
Alejandría
ni escribir cartas para Rilke el poeta.

Blanca Andreu (1959, A Coruña, España), De una niña de provincias que se vino a vivir en un Chagall, Ed. Rialp, 1981 (Premio Adonais, 1980)

Animales de compañía

Animales de compañía

Ellos no, nunca atacan,
tan solo se defienden.
Está en su naturaleza.

¡Uno los ama tanto!
Los acaricias, les mesas el pelo,
los abrazas a corazón abierto,
los metes en tu vida
y todo te lo cambian.

Ellos no lo hacen adrede,
no pueden evitar la genética
y cuando uno, que tanto los ama,
intenta, mansamente, con cariño,
que hagan lo que tú quieres,
cuando los cambias de sitio
o de costumbres,
te arañan sin saberlo,
te pican sin maldad,
te muerden sin intención.

Es por eso
que estas marcas moradas,
ya casi verdes, que andan dispersas
entre mis versos,
estas marcas como de dientes
horadadas en mis poemas
no son culpa suya.

¡Uno los ama tanto!
Ellos no lo hacen adrede.
Es que cuando intentas
que hagan lo que tú quieres,
cuando los cambias de sitio
o de costumbres,
los recuerdos arañan,
los sueños pican,
los desamores muerden.

Francisco Pérez

El aula

El aula

“Si cuando estudio la vida
no encuentro el segundo tomo”
Carilda Oliver

En el aula del amor me encuentro
después de algunos años de prácticas
tengo el pupitre siempre abierto
-por si aprendo-
y en mi cartera un estuche
donde colecciono recuerdos
pero no hay manera, siempre repito curso.
A veces intuyo que aprobaré el examen
y que la vida me pondrá buena nota
pero después me despista un verso o una musa
y me olvido de las cicatrices
-mejor dicho de los suspensos-.
Y es que tengo un problema que se ha vuelto crónico
casi nunca deseo abandonar la clase
quizás es que de niña fui un ser solitario
o es que siempre confío en aprender algo nuevo
quizás es que en el fondo odio a muerte los deberes
o es que de pequeña no me compraron diccionario.
Es caso es que ya tan mayor, no consigo licenciarme
y a estas alturas impensable la matrícula de honor.
Me conformo pues con avanzar algún puesto
de la última fila he pasado al corazón
así que de momento persisto en mi asistencia
y no dimito ante el fracaso.
Aunque no haya manera de sacar aprobado
siempre llevo en el bolsillo un montón de chuletas
-por si acaso-.

Gloria Bosch (1959, Barcelona, España); Una llamada tuya bastará para sanarme, Ediciones Carena, 2003

Gotas

Gotas

De ti me quedan
los restos:
tres plantas, el aftershave
y los gatos.
Y alguna manía:
comer la fruta de primero
limpiar solo los viernes
y la inercia
sonámbula
de pasar todos los días
por debajo de tu casa
y sentarme
a esperar
la caída
del agua
cuando riegan
las flores
tus vecinas.

Arancha Maestro Alejos (1976, Burgos, España); extraído de LUZDEGÁS. Revista Literaria. Edición especial, Burgos, 1994

Qué difícil es acariciar

Qué difícil es acariciar

¡Qué difícil es acariciar las plumas de un ángel!
por muy cerca que esté, rehúye el roce;
por miedo a que lo atrapes,
da vueltas, regresa – su aleteo inaudible,
es el único sonido que puede producir.
Ellos, los ángeles, no saben hablar,
no son adecuadas las palabras
para su expresión,
su mensaje mudo es la presencia.
Suelen acercarse
para envolverte con su aura,
pero enseguida se alejan, atemorizados por la intimidad,
protectores, pero no familiares,
dejan siempre una distancia por la que
mis palabras se arrastran para alcanzarlos,
sin saber si no son demasiado débiles para llegar a su oído.
¡El handicap de la fe!:
no saber si te están escuchando, ni si escuchas.
De todos los sentidos sólo queda el sueño táctil
de acariciar, sin asustarlo, las plumas de un ángel…

Ana Blandiana (1942, Rumanía); Mi patria A4, Ed. Pre-Textos, 2014

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