Aprendiendo a leer el pasado y el futuro en las líneas de un poema

amor (Página 6 de 25)

Cuando espero

Cuando espero

Cuando espero,
se adueñan de mí los ruidos de la escalera.

Parezco un perro que levanta las orejas
y se incorpora al escuchar
el silbido de un pastor en la distancia.

Me gustaría vivir en una casa vestida de colina
solitaria
y tener ventanales inmensos
y que fuesen mis ojos los cristales.

Quedarme en casa…
Quedarme en casa,
sumergida en los pliegues de las horas,
y no esperar a nadie.

Que los ojos escuchen
y se olviden del mundo.

Que me arrope el silencio
y respire en mi nuca
su suave indiferencia.

Que vivir sea esto,
sin palabras de aguja
ni rodillas de llanto,

con el tiempo desnudo al borde de la cama
y mi boca dormida en su tímido beso.

Ana Merino (1971, Madrid, España); Los días gemelos, Ed. Visor, 1997

Los insectos son los besos del sol

Los insectos son los besos del sol

yo, que arriesgando mi propia vida
salvé insectos diminutos de morir ahogados
capaz de escuchar el temblor de sus antenas
bajo mi seco aliento
capaz de insuflar vida
capaz de detener la lluvia
con solo desearlo
capaz de hacer girar el sol
alrededor de tu boca
porque tu boca
siempre será el centro del universo
yo, que tenía superpoderes
que era inmortal y lo sabía
ahora no sé nada
ha llegado junio
y no sé nada

Isabel Bono (1964, Málaga, España); Extraído de (TRAS)LÚCIDAS. Poesía escrita por mujeres (1980-2016), Bartleby editores, 2016

Quizás llovía

Quizás llovía

La calle anochecida se agrupaba
alrededor de la farola.
De la boca del club salía,
sincopado, el ronquido
de un saxo. Era el aliento, la respiración
oscura de la noche.
Quizás llovía. Desde
la misma entrada me iba hundiendo
en una ciénaga de alcohol y sudorosa
transpiración y luces
parpadeantes.

¿Qué hacías allí? Tu desnudez
resplandecía contra un fondo
de risas y de copas y de manos
ansiosas por tocarte.
Yo conocía todos los rincones,
volcanes, valles, escabrosidades
de aquel cuerpo encendido.
Estabas sola ante las fauces
del mundo.
Pero
¿eras tú? ¿Era yo, que, en ese mismo instante,
estaba entrando en casa,
quizás llovía, y traes cara
de cansancio, hoy tenemos
para cenar algo que a ti te gusta,
y la tibieza del hogar,
y el beso apresurado, ve cambiándote,
pero no te entretengas, voy
a poner ya la mesa?

Rafael Guillén (1933-2023, Granada); Últimos poemas (Lo que nunca sabré decirte); Ed. Fundación José Manuel Lara, 2019

Lluvia

Lluvia

Llueve otra vez. Llueve de nuevo. Llueve:
siempre el amor me llega con la lluvia.
Sobre la calle una llovizna breve
y aquí en mi corazón, cómo diluvia…
Llueve. Y el agua cae sin relieve
sobre las piedras, ávidas de lluvia.
Aquí en mi corazón, cómo remueve;
aquí en mi corazón, cómo diluvia.
Siempre el amor me llega así. Sin ruido,
con silencioso paso estremecido:
niebla menuda que después diluvia.
Siempre el amor me llega así, callado,
con silencioso andar desesperado…
Y no sé dónde estás. Y está la lluvia.

Julia Prilutzky (1912, Ucrania-2002, Argentina), Antología del amor, Ed. Plus Ultra, 1977

Cosas que haría de vez en cuando

Cosas que haría de vez en cuando

Te envolvería para regalo todos los domingos que me quedan
le daría una patada en el culo al mundo
para que girara hacia ti
cambiaría el nombre de las cosas
llamaría azul a los lunes
oleaje a los martes
y puede que llamara cometa al despertador.
Sobornaría a la gravedad cuando saltaras
gritaría tu adolescencia en los cementerios
plantaría una bandera en el corazón de un ministro
con una foto de tu cara
haría perfume con tu cintura
escribiría cien canciones sobre el hecho de mirarte
tomaría el pulso de tu falda en tus talones
devolvería el llanto que solté por todas las anteriores
mediría por suspiros las semanas
formularía una hipótesis sobre el resto de nuestras vidas
y eso que eres una desconocida.

Marwan (1979, Madrid, España); La triste historia de tu cuerpo sobre el mío, Ed. Noviembre, 2012

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