Hay libros que se escriben sobre la carne misma. Son esas cicatrices que nos hablan y sangran cuando el tiempo se rinde a su derrota un puñado de signos que apenas comprendemos y eran el beso intacto de la vida.
Ada Salas (1965, Cáceres, España), La sed, Ed. Hiperión, 1997
La voz de una huella Lo cierto es que le quise. No puedo negarlo porque moldeé mi cuerpo para que encajáramos. Yo me deshice, sin tener en cuenta los límites, para contener a otro. Así fue como apareció este hueco. Hay que estar enamorado para convertirse en plastilina ¿sabes? Entonces te transformas, y cuando se va nada vuelve a su sitio. Somos barro y el desamor nos seca. Así fue como apareció este hueco. Debes saber que ahora él y yo somos esto, y no tengo intención de cambiarlo. No quiero a alguien que llene mis vacíos, si acaso, alguien a quien no le importen y encuentre su espacio entre todos ellos. Creo que es la única manera de que las heridas abandonen su murmullo. Cuando un nuevo amor habla, las cicatrices se apagan en silencio.
Andrea Valbuena (1992, Barcelona, España), Mágoa, Ed. Valparaíso, 2016. I Premio Valparaíso de Poesía
Magnífico.