Aprendiendo a leer el pasado y el futuro en las líneas de un poema

escuela

El aula

El aula

“Si cuando estudio la vida
no encuentro el segundo tomo”
Carilda Oliver

En el aula del amor me encuentro
después de algunos años de prácticas
tengo el pupitre siempre abierto
-por si aprendo-
y en mi cartera un estuche
donde colecciono recuerdos
pero no hay manera, siempre repito curso.
A veces intuyo que aprobaré el examen
y que la vida me pondrá buena nota
pero después me despista un verso o una musa
y me olvido de las cicatrices
-mejor dicho de los suspensos-.
Y es que tengo un problema que se ha vuelto crónico
casi nunca deseo abandonar la clase
quizás es que de niña fui un ser solitario
o es que siempre confío en aprender algo nuevo
quizás es que en el fondo odio a muerte los deberes
o es que de pequeña no me compraron diccionario.
Es caso es que ya tan mayor, no consigo licenciarme
y a estas alturas impensable la matrícula de honor.
Me conformo pues con avanzar algún puesto
de la última fila he pasado al corazón
así que de momento persisto en mi asistencia
y no dimito ante el fracaso.
Aunque no haya manera de sacar aprobado
siempre llevo en el bolsillo un montón de chuletas
-por si acaso-.

Gloria Bosch (1959, Barcelona, España); Una llamada tuya bastará para sanarme, Ediciones Carena, 2003

Una tarde parda y fría

Recuerdo infantil

Una tarde parda y fría
de invierno. Los colegiales
estudian. Monotonía
de lluvia tras los cristales.

Es la clase. En un cartel
se representa a Caín
fugitivo, y muerto Abel,
junto a una mancha carmín.

Con timbre sonoro y hueco
truena el maestro, un anciano
mal vestido, enjuto y seco,
que lleva un libro en la mano.

Y todo un coro infantil
va cantando la lección:
«mil veces ciento, cien mil;
mil veces mil, un millón».

Una tarde parda y fría
de invierno. Los colegiales
estudian. Monotonía
de la lluvia en los cristales.

Antonio Machado (1875, Sevilla-1939, Colliure), Soledades, Galerías y Otros poemas; Ed. Cátedra, 2006.

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